CARTA A AMINATU HAIDAR
Querida Aminatu Haidar:
Si estuviera en Lanzarote, estaría contigo. Y no porque
seas también un militante separatista, como te ha
definido el embajador de Marruecos, sino precisamente
por todo lo contrario: creo que el planeta es de todos y
todos tenemos derecho a nuestro espacio para poder vivir
en armonía.
Creo que los separatistas son los que separan a las
personas de su tierra, la expulsan, tratan de
desarraigarla para que, siendo algo distinto a lo que
son, unos alcancen más poder y los otros pierdan su
propia estima y acaben siendo engullidos por la
sinrazón.
Marruecos con El Sahara incumple todas las normas de
buena conducta. Despreciar a los saharauis es la
demostración de que la Carta de los Derechos Humanos no
se ha instalado en la sociedad marroquí, que no protesta
con lo que se le hace al vecino, y es, sobre todo, la
evidencia de que Marruecos no se respeta a sí mismo:
quien está seguro de su pasado no necesita expropiar al
de al lado para expresar una grandeza que nadie nunca
reconocerá.
Porque si el poder de Marruecos acaba doblegando a los
saharauis, ese país, admirable por otras cosas, habrá
obtenido la más triste victoria, una victoria sin honor,
sin brillo, levantada sobre la vida y los sueños de
tanta gente que quería vivir en paz en su tierra y con
sus vecinos para, todos juntos, hacer del continente un
lugar más habitable.
Querida Aminatu Haidar: has dado un ejemplo valioso que
en todo el mundo se reconoce. No pongas en riesgo tu
vida porque te quedan por delante muchas batallas y eres
necesaria. Tus amigos, los amigos de tu pueblo,
tomaremos el relevo en los foros que sean necesarios.
Al Gobierno de España le pedimos sensibilidad. Contigo,
con tu gente. Ya sabemos que las relaciones
internacionales son muy complejas, pero hace muchos años
que se abolió la esclavitud para las personas y para los
pueblos. No se trata de humanitarismo: las resoluciones
de Naciones Unidas, el Derecho Internacional y el
sentido común están de un lado, y en Marruecos y en
España se sabe.
Dejemos que Aminatu regrese a casa con el reconocimiento
de su valor, a las claras, porque son personas como ella
quienes dan personalidad a nuestro tiempo, y sin Aminatu
todos seríamos más pobres.
Aminatu no tiene un problema, lo tiene Marruecos. Y
puede resolverlo, tendrá que resolverlo y no sólo para
una mujer frágil, sino para todo un pueblo que no se
rinde porque no puede entender ni la irracionalidad ni
la voracidad expansionista, propia de otros tiempos y de
otro grado de civilización.
Un abrazo muy fuerte, querida Aminatu Haidar.
José Saramago
La huelga de hambre de la activista saharaui, Aminetu
Haidar, trae de cabeza a media España. Esta mujer ha
tomado la firme decisión de morir de hambre antes que
ceder a los intereses del Reino de Marruecos, que no
está dispuesto a conceder absolutamente en nada que
ponga en cuestión sus intereses económicos en el Sahara
Occidental.
El Gobierno Español ha hecho numerosas gestiones, al
menos, para convencer a Haidar de que, siquiera de
momento, se deje alimentar para salvar su vida. Pero,
por lo visto, ella está dispuesta a inmolarse por salvar
a su pueblo de los atropellos a los derechos y
libertades que la ONU les ha querido garantizar
repetidas veces.
Los políticos españoles andan consultando a los juristas
qué es lo que se puede hacer en un caso así. Un caso
que, según parece, no está expresamente previsto en las
leyes vigentes. De ahí las consultas a los expertos,
para encontrar una justificación legal a la situación
planteada por esta mujer.
Yo no discuto si ella es libre para inmolarse. Como
cualquiera puede ser libre para suicidarse. Las leyes no
entran en eso, porque ¿qué castigo se le va a imponer a
un difunto? El problema más inmediato está, a mi manera
de ver, en si, cuando se presente un caso así, lo
primero es el "imperio de la ley" o lo primero es la
"protección de la vida".
Pues bien, planteado así el problema, la solución -
desde el punto de vista cristiano - está muy clara:
lo primero en
la vida es defender la vida, asegurar la vida,
dignificar la vida, proteger la vida.
Por eso, según el Evangelio, cuando Jesús encontraba a
un enfermo o un lisiado, aunque la Ley religiosa lo
prohibiera, el enfermo quedaba curado. Porque,
para Jesús, la vida
está antes que la ley, aunque sea la Ley Divina.
¿No tendríamos que ponernos todos de parte de esta
mujer, para defender su vida y su noble proyecto, por
más que quizá no estemos de acuerdo con los
procedimientos que Haidar ha adoptado para lograr lo que
pretende? ¿Qué criterios rigen nuestras convicciones más
hondas? ¿Los criterios emanados del Derecho Romano o los
criterios que propone el Evangelio?
José
M. Castillo