Paradigma burbuja
Somos
territoriales los humanos, como nuestros semejantes los
animales. Cada cual se siente bien en su parcela y la
defiende con las uñas y los dientes cuando alguien o algo la
amenaza. Lo mismo en lo físico que en lo mental, corazón y
pensamiento, compacto núcleo de la burbuja que somos y
habitamos.
Cerramos puertas a la palabra ajena, herética, perniciosa,
perversa, para que no nos perturbe como perturban los malos
pensamientos, luciferino anzuelo, arma de conquista del
maligno, pues todo peligro tiene su origen fuera, como bien
se vio en Troya. Construimos murallas en la mente que nos
protegen de angustiosos cuestionamientos. Defendemos lo que
amamos, detraemos lo que odiamos y para todo hay razones y
palabras. El corazón, esa fiera interior que nos da vida, es
quien nos manda. La pregunta que surge es: ¿y a él quien lo
manda?
−
Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, porque nos
ayudaste a robarles a los indios sus territorios y a matar a
cuantos se resistieron, para que así ahora podamos gozar de
esta comida del Día de Acción de Gracias.
Ésta
es la plegaria con la que una adolescente bendecía la mesa
sorprendiendo e indignando a su padre, en un film que vi
hace años, del cual no recuerdo la dirección ni el título.
¡Cuán lejos estaba el paradigma de aquella rebelde púber del
de sus progenitores, conforta-blemente instalados en una
voluntaria ignorancia de los hechos! ¡Pero cuánto más
cercano a la realidad histórica y cuánto más abierto a la
restauración de la justicia!
No
caben muchas dudas sobre el poco amor que en aquellos
momentos sentía hacia sus padres la protagonista de esta
anécdota y no faltarán quienes la censuren por ello. Pero si
nos tomamos el trabajo de investigar los muchos motivos que
podía tener para comportarse de aquel modo, a buen seguro
que hallaremos por todas partes la burbuja mental, esa
membrana que nos envuelve y encierra y nos impide escuchar a
quien tenemos al lado, sean hijos o hermanos.
Pasemos ahora de lo individual a lo social, donde los
corazones que laten con más fuerza son los de quienes
lideran los diversos colectivos humanos.
Hoy
los líderes políticos y religiosos de nuestra opulenta
civilización occidental cristiana están empeñados en detener
el tiempo, en seguir recitando la tradicional plegaria de
acción de gracias que ignora las injusticias cometidas
antaño y perpetuadas hogaño. Siguen con su discurso falaz e
inmovilista tratando de reforzar el viejo paradigma. Mitos y
fantasías, mentiras históricas y presentes tenidas por
verdades se ofrecen como asideros para quienes se sientan
asediados por pensamientos y afectos provenientes de algún
herético o revolucionario paradigma ajeno. De todo echan
mano para retroalimentar la mente del personal afecto y
fortalecer su fe o su ideología, según se trate. Por el bien
común, dicen, aun cuando esa categoría de común excluya a
más de medio mundo.
Inútil
empeño el de los actuales paladines de las tinieblas.
Conseguirán a buen seguro retener con ardides y miedos a
muchas gentes timoratas o cómodas, que prefieren no
cuestionarse nada que pueda zarandear su paz interna. Pero
no podrán detener el empuje de quienes sienten la fuerza de
la vida. Su paradigma está a punto de estallar como una
burbuja cuya membrana no soporta ya las tensiones que
producen tanta mentira, tanta opresión y tanta injusticia.
Como
tantas otras veces a lo largo de la historia, hoy nos
hallamos en una encrucijada con sólo dos salidas: una es el
camino arduo de la evolución constructiva, del pensamiento
hacia la utopía; la otra es el camino fácil del inmovilismo,
que nos ha traído a donde estamos y nos lleva hacia una
deshumanización progresiva.
Que
nadie se llame a engaño, que no es tarea ajena decidir cuál
de las dos tomamos, sino propia. La Humanidad no deja a
nadie fuera.
Pepcastelló
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/