XXIX CONGRESO DE TEOLOGÍA
“EL
CRISTIANISMO ANTE LA CRISIS ECONÓMICA”
PRESENTACIÓN
Queridas
amigas y amigos. Sed bienvenidos al XXIX Congreso de
Teología que este año celebramos bajo el signo de la crisis
mundial, que afecta de manera especial a los sectores más
vulnerables de la humanidad.
Los
Congresos de Teología, conciencia crítica de la Iglesia y de
la sociedad
Lo
primero que quiero destacar es la continuidad ininterrumpida
del Congreso durante 29 años, que es un signo de vitalidad,
no sólo de este evento, sino del cristianismo liberador que
representa. Se trata, objetivamente, de uno de los pocos
acontecimientos teológicos y eclesiales que se mantienen
activos, vivos y dinámicos durante un periodo tan largo de
tiempo y con una participación, que si bien ha decrecido en
los últimos años por su propia lógica, sigue siendo
importante numéricamente y significativa social y
religiosamente.
Los
Congresos son lugares de encuentro y de reflexión de
cristianos y cristianas que se identifican con el espíritu
renovador del concilio Vaticano II y con una teología
liberadora, dentro de un amplio pluralismo. Son espacios
dinamizadores de grupos, comunidades y movimientos
comprometidos en el mundo de la solidaridad. Pretenden ser
conciencia crítica de la sociedad y de la Iglesia en tiempos
de pensamiento único, de instalación en el orden establecido
y de neoconservadurismo eclesial.
Repasando los temas tratados es fácil apreciar que no se
extraen de los manuales de teología, sino de la vida y de la
experiencia de las propias comunidades, a partir de la cual
se tratan las cuestiones fundamen-tales del cristianismo, no
estudiadas intemporalmente, sino en relación con la realidad
histórica, los nuevos climas culturales, los problemas y
desafíos más importantes de la humanidad.
En su
tratamiento interactúan las diferentes disciplinas que
pueden aportar información y ofrecer nuevos horizontes:
historia, antropología, economía, sociología, politología,
filosofía, exégesis bíblica, teología, etc.
El
método es inductivo. No partimos de datos revelados, ni de
dogmas, ni de verdades teológicas, sino de las situaciones,
desafíos, problemas, inquietudes y tendencias de la
sociedad: inmigración, marginación, ecología, feminismo,
pluralismo religioso, neoliberalismo, globalización, etc.,
que se iluminan desde la fe cristiana interpretada y vivida
en clave liberadora. Aquí radica la revolución metodológica
que supone el nuevo modo de hacer teología, que cuenta con
una fuerte resistencia en algunos sectores de la Iglesia
católica institucional.
Comenzamos con un análisis de la realidad. Para ello
contamos con la participación de economistas, analistas
políticos, antropólogos, historiadores, filósofos, etc.,
invitados no en razón de su creencias religiosas, sino de su
competencia.
No
faltan observadores externos que se preguntan entre la
sorpresa y la desaprobación: “¿Qué hace un agnóstico o un
ateo en un Congreso de Teología?”. La pregunta se la
hicieron a Ignacio Sotelo en el octavo Congreso en 1988,
quien respondió: “porque en lugares como éste se siguen
planteando las preguntas por el sentido y porque en los
grupos cristianos críticos hay un plus de solidaridad”.
En el
Congreso de Teología de 2002 fue Manuel Vázquez Montalbán
quien se preguntó al comienzo de su conferencia qué hacía un
ateo como él en un congreso de teología como éste. A lo que
respondió que era necesario unir fuerzas en la actual lucha
que se salva entre globalizadores y globalizados.
Presencia significativa han tenido en los Congresos los
políticos de las distintas formaciones e ideologías, que han
contribuido a un mejor conocimiento de la realidad plural
desde perspectivas plurales. Queremos tener un recuerdo
especial para Joaquín Ruiz-Giménez, recientemente fallecido,
por su sintonía y participación en varios congresos.
La
sociología ha ayudado a hacer un análisis riguroso de las
creencias religiosas en la sociedad española y de su
funcionalidad social. La filosofía ha jugado un papel
importante, ya que ha permitido que se plantearan algunos de
las preguntas fundamentales que se esconden tras los
análisis de las ciencias sociales. Aquí recordamos con
especial agradecimiento las intervenciones de José Luis
López-Aranguren, cuyo centenario de su nacimiento estamos
celebrando este año.
El
segundo momento de los Congresos de Teología es la
reflexión en clave ética, bajo la guía de personas que
se mueven en el campo de la filosofía moral.
El
tercero es la reflexión teológica en clave liberadora,
que hacemos desde el lugar social de los excluidos, desde la
presencia en los movimientos sociales y desde la ubicación
en la Iglesia de los pobres. Reflexión que abre caminos
nuevos y proponen pistas para la praxis.
Los
Congresos de Teología no son eurocéntricos, sino cultural y
religiosamente polícéntricos. Son puentes de comunicación
entre el Primero y el Tercer Mundo. En ellos intervienen
teólogas y teólogos de todos los continentes. Queremos
recordar la participación de Ignacio Ellacuría, de cuyo
asesinato celebramos este año el veinte aniversario.
El clima
es ecuménico e interreligioso. Por ello invitamos a personas
de las distintas confesiones cristianas: católicos,
protestantes, ortodoxos y a creyentes de otras religiones,
como budismo, hinduismo, judaísmo e islam, quienes aportan
sus experiencias y reflexiones en diálogo en busca de la
verdad, desde el respeto a la diferencia.
Los
lenguajes de los congresos son plurales: conferencias, mesas
redondas, comunicaciones, celebraciones festivas. El
discurso argumentativo se compagina con los testimonios, el
mimo, la música, la danza, etc. La perspectiva de género
está muy presente en el tratamiento de los temas.
Los
Congresos han mantenido desde el principio una escrupulosa
independencia de cualquier instancia religiosa o política,
tanto desde el punto de vista económico como ideológico. Eso
ha preservado su libertad y su sentido crítico.
Pero ha
chocado con reiteradas descalificaciones de la jerarquía
eclesiástica y, lo más grave, con la prohibición de
celebrarlos en locales dependientes directa o indirectamente
de ella. Sin embargo, el Congreso siempre ha buscado el
diálogo, ha mantenido la mano tendida y ha seguido invitando
a los obispos a participar. Actitud de diálogo, mano tendida
e invitación que seguimos manteniendo año tras año.
Debido
–o, mejor, gracias a la expulsión de los locales
religiosos-, desde hace más de diez años venimos
celebrándolo en la sede de Comisiones Obreras de la región
de Madrid, a quien agradecemos su generosa hospitalidad. La
celebración de los Congresos en un sindicato laico y de
clase no es puramente anecdótico o casual, sino que posee
una especial significación.
Al
abrirnos sus puertas año tras año, Comisiones Obreras está
reconociendo el sentido social liberador de este evento. Al
reunirse en la sede de este sindicato, los cristianos y
cristianas están reconociendo que el trecho del camino a
recorrer juntos es más largo de lo que puedan hacernos creer
las posibles diferencias.
La
crisis económica como crisis ética
El
Congreso de Teología no podía ser insensible a la crisis
económica. Por eso la acogió como tema central respondiendo
a las demandas de la mayoría de los participantes en el
Congreso del año pasado que así lo solicitaron. Seguiremos
la metodología acostumbrada a través de los cuatro momentos:
análisis de la realidad, juicio ético, reflexión teológica y
aterrizaje en la praxis.
Considero
que la “crisis de los mercados financieros” no es
originaria-mente económico-técnica, sino un problema ético,
económico y político.
En su
origen se encuentra el actual sistema social y económico
neoliberal, “la gran blasfemia de nuestro tiempo”
(Casaldáliga), que legitima y generaliza la corrupción en
sus diversas modalidades, como se ha puesto de manifiesto en
los dos últimos años de manera especial: desfalcos, fraudes,
estafas, extorsiones, despilfarro, abusos en el mercado
financiero, codicia, falta de control, abusos de poder,
falsas informaciones y engaño a la ciudadanía, etc.
Prácticas todas ellas apoyadas por la mayoría de los Estados
y de sus gobiernos a través de políticas de liberalización
de la economía, que generan empobrecimiento en la mayoría de
la población mundial y constituyen un retroceso en la
defensa del bien común y de los derechos humanos, reducidos
al derecho de propiedad.
El
neoliberalismo es intrínsecamente inmoral ya que genera
discrimina-ciones económicas, culturales, étnicas, sexistas,
injusticias estructurales y violencia institucional.
Observo que las respuestas a la crisis
no se orientan a promover políticas públicas, prácticas
emancipatorias y programas de lucha contra la marginación,
sino que vienen a salvar al capitalismo con la concesión de
ingentes sumas de dinero procedentes del erario público,
para que sigan enriqueciéndose y extorsionando a los pobres.
Algunas
de las propuestas a la crisis: recorte de salarios,
flexibilización y abaratamiento de los despidos, rebaja de
derechos sociales, reducción de impuestos a las empresas,
expulsión de inmigrantes, nos parecen inmorales, injustas e
insolidarias y tienden a sacar más beneficios todavía de la
crisis.
En
definitiva, quienes vuelven a pagar las consecuencias de la
crisis son los pobres: regiones, países, pueblos, sectores,
continentes enteros, que nunca disfrutaron de los tiempos de
bonanza económica.
El
sistema capitalista es el responsable del enriquecimiento de
unos pocos y del empobrecimiento de las mayorías populares.
Denuncia que, en estos momentos, concretamos en los
responsables de la crisis por su inmoralidad pública, la
inhumanidad y la codicia, y exigimos responsabilidades
políticas, económicas e incluso penales, para evitar que los
delitos de lesa humanidad contra la vida de los pobres
queden impunes.
Y
la jerarquía eclesiástica,
¿cómo ha afrontando la crisis económica?
¿Qué
importancia le ha concedido? ¿Qué actitudes ha adoptado ante
ella? Es posible que en casos particulares y a nivel
testimonial, haya sido sensible a la misma. Por ejemplo, en
algunas diócesis, con el destino de un tanto por ciento del
sueldo de los sacerdotes a la solidaridad con los sectores
más vulnerables de la población, o en algunos
pronunciamientos muy loables.
Pero a
nivel institucional, creo que no ha habido la sensibilidad
necesaria. Me parece que su actitud está más cerca del
sacerdote y del levita de la parábola evangélica, más
preocupadas por atender al culto que por atender a la
persona malherida, que la del Buen Samaritano, sensible y
solidario con el hermano sufriente.
La
jerarquía debería haberse movilizado como institución y
haber hecho una campaña de concientización entre los
cristianos y cristianas, e incluso entre la ciudadanía, al
tratarse de un problema que va más allá de las creencias y
de las prácticas religiosas.
Pero la
encuentro más preocupada por cuestiones de poder y por
seguir defendiendo situaciones de privilegio en el terreno
económico, reclamando el incremento de la asignación
tributaria, mas no para su distribución entre los sectores
más afectados por la crisis, sino para su propia
reproducción, retroalimentación ideológica y refuerzo de sus
instituciones.
Está en
conflicto con el gobierno, ciertamente, pero no por exigirle
políticas sociales redistributivas y políticas económicas a
favor de los sectores más vulnerables, sino para mantener
los privilegios de antaño e incluso por aumentarlos.
Cada año
hace campañas, a cuál más agresivas, entre la ciudadanía
para que los ciudadanos pongan la x en la casilla de
la Iglesia Católica en la Declaración de la Renta o para que
los alumnos se inscriban en la clase de Religión Católica.
Lleva a cabo manifestaciones contra el Matrimonio
Homosexual. Está en su derecho. Pero resultan más priori-tarias
y más conformes al Evangelio las campañas y manifestaciones
de sensibilización ante la crisis y de solidaridad con los
sectores más vulnerables de la misma. Y, sin embargo, no las
hace.
Me
gustaría recordar que el conflicto de Jesús con las
autoridades políticas y religiosas de su tiempo no fue por
reclamar espacios de influencia en la esfera del poder, ni
por conseguir beneficios en el terreno económico, ni por
hacerse con un puesto en el Sanedrín, sino por denunciar a
los poderosos, por denunciar la acumulación de bienes, la
idolatría del Dinero, incompatible con la adoración a Dios.
Compromisos
A nivel
internacional: es necesaria la construcción de un nuevo
orden mundial –político, económico, jurídico- alternativo al
neoliberalismo, basado en la cooperación, la solidaridad y
capaz de llevar a cabo controles efectivos del actual
sistema financiero para evitar los abusos que se producen
sistemáticamente
A nivel
nacional, es prioritario el cambio de rumbo de la política
económica, que beneficia a los poderosos, y la puesta en
marcha de políticas fiscales y sociales favorables a los
sectores más desfavorecidos; el reconocimiento de todos los
derechos humanos y libertades a los inmigrantes: de
asociación, reunión, religión, educación, trabajo, vivienda,
sanidad, voto, en igualdad de condiciones que el resto de
los ciudadanos.
A nivel
interreligioso, deben activarse las mejores tradiciones de
justicia, igualdad y solidaridad de todas las religiones y
movimientos espirituales a través de iniciativas comunes.
A nivel
eclesial-institucional, creemos que los dirigentes
eclesiásticos deben renunciar a todo signo de ostentación,
hacer gestos públicos de austeridad y dar muestras
auténticas de compromiso con los excluidos. Actitudes que no
se encuentran entre las inquietudes y preocupaciones
fundamentales de la jerarquía eclesiástica.
Como
creyentes y ciudadanos tenemos que dejarnos interpelar por
la crisis actual y asumir compromisos concretos en los
diversos niveles en que nos movemos:
·
En el nivel político, participando en los foros, movimientos
sociales, organizaciones sindicales y políticas que trabajan
en la construcción de alternativas al neoliberalismo
·
En el nivel eclesial-comunitario, con gestos concretos de
compartir el trabajo, los bienes, comprometernos con
proyectos de promoción en los países, pueblos y sectores
empobrecidos por mor de la globalización neoliberal,
fomentar la integración de los inmigrantes y prestarles
acogida en nuestras comunidades como hermanos y hermanas.
·
En el nivel personal, renunciando al consumo irracional e
insolidario; desprendiéndonos de hábitos de vida que
contribuyen al deterioro del medio ambiente; viviendo con
austeridad; solidarizándonos de manera efectiva con las
víctimas de la crisis; trabajando por la justicia y la
igualdad en nuestro entornos laborales, familiares y
cívicos; luchando contra la discriminación en todas sus
formas y manifestaciones: étnicas, racionales, sexistas,
sociales y culturales.
Con José Martí,
con los pobres de la tierra
nuestra suerte queremos echar.
Con
Eduardo Galeano, seguiremos la estela de la utopía para
caminar.
Con
Martin Luther King, soñamos, con los pies en la tierra,
con la libertad, con la justicia, con la igualdad, con la
paz en el mundo, en mi país, en mí mismo.
Con
Pedro Casaldáliga, nos comprometemos a luchar a favor de
la política liberadora del Reino y contra la política
opresora del Imperio.
Con los
profetas de Israel invitamos a los sedientos a beber gratis,
a los hambrientos a comer de balde y a tomar leche y vino
sin pagar.
Animados por el mensaje y la
práctica de Jesús, que asumió el compromiso de “anunciar la
buena noticia a los pobres, proclamar la liberación a los
cautivos, dar la vista a los ciegos liberar a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19),
iniciamos este Congreso con el deseo de ofrecer claves de
análisis de la crisis, yendo a su raíz, propuestas de
solución por parte de los especialistas y actitudes de
solidaridad con los sectores más vulnerables de la crisis.
Juan José Tamayo
Secretario General de la
Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII
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MENSAJE FINAL
del Congreso