Agenda
Latinoamericana
Salvémonos con el planeta
A manera de introducción fraterna.
20 años
atrás trataban de ecología unas pocas personas, tachadas
incluso de bucólicas o de derrotistas. No era un tema serio
ni para la política, ni para la educación, ni para la
religión. Se podía venerar a Francisco de Asís como el santo
de las flores y los pájaros, pero sin mayor compromiso.
Ahora, y
quién sabe si ya muy tarde, el mundo entero se está
sensibilizando, aturdido por las noticias y las imágenes de
cataclismos actuales y de previsiones pesimistas que llenan
nuestros telediarios. Y ya son muchos los congresos y los
programas que ventilan como un tema vital la ecología,
desnudando las causas y urgiendo propuestas concretas acerca
del medio ambiente. Hasta los niños saben ahora de
ecología...
El
tema es nuevo, pues, y desesperadamente urgente. Acabamos de
descubrir la Tierra, nuestro Planeta, como la casa común, la
única que tenemos, y estamos descubriendo que somos una
unidad indisoluble de relaciones y de futuro.
Frente a
los gastos astronómicos en los espacios siderales, frente al
asesino negocio del armamentismo, frente al consumismo y
lujo de una privilegiada parcela de la Humanidad, ahora
vamos sabiendo que el desafío es cuidar de este Planeta. La
última gran crisis, hija del capitalismo neoliberal,
embrutecido en la usura y en el despilfarro, que ha ignorado
cínicamente tanto el sufrimiento de los pobres como las
limitaciones reales de la Tierra, nos está ayudando a abrir
los ojos y esperamos que también el corazón.
Leonardo
Boff define ‘El grito de la Tierra’ como ‘el grito de los
pobres’ y James Lovelock nos avisa acerca de ‘La venganza de
la Tierra, la teoría de Gaia y el futuro de la Humanidad’.
"Durante
miles de años, dice Lovelock, la Humanidad ha explotado la
Tierra sin tener en cuenta las consecuencias. Ahora que el
calentamiento global y el cambio climático son evidentes
para cualquier observador imparcial, la Tierra comienza a
vengarse".
Estamos
tratando la Tierra como un asunto apenas económico y le
exigimos a la Tierra muchos deberes e ignoramos los derechos
de la Tierra.
Ciertos
especialistas y ciertas instituciones internacionales nos
han ido mintiendo. La mano invisible del mercado no resolvía
el desastre mundial. Cuanto más libre era el comercio, más
real era el hambre.
Según la
FAO, en 2007 había 860 millones de hambrientos; en enero de
2009 ciento nueve millones más.
La mitad
de la población africana subsahariana, por citar un ejemplo
de esa África crucificada, malvive en extrema pobreza. La
letanía de violencia y desgracias provocadas es
interminable.
·
En el
Congo hay 30.000 niños soldados dispuestos a matar y a morir
a cambio de comida;
·
17% de la
floresta amazónica fue destruida en cinco años, entre 2000 y
2005;
·
el gasto
de Latinoamérica y el Caribe en defensa creció un 91% entre
2003 y 2008;
·
una
decena de empresas multinacionales controlan el mercado de
semillas en todo el mundo.
Los
Objetivos del Milenio se han evaporado en la retórica. En
sus reuniones elitistas, los países más ricos han dicho
cobardemente que no pueden hacer más para revertir el
cuadro.
Es
tradición de nuestra Agenda abordar cada año un tema mayor,
de actualidad caliente. No podíamos, lógicamente, dejar de
lado este tema volcánico. El tema es amplio y complejo.
¿Somos nosotros o es el planeta quien está en crisis mortal?
Barajamos
tres títulos para esta Agenda 2010 que apuntan posibles
enfoques. ‘Salvar el Planeta", "¿Salvaremos el Planeta?",
"Salvémonos con el Planeta". Optamos por el último título,
porque técnicos y profetas nos vienen recordando que
nosotros somos el Planeta también; somos Gaia, estamos
despertando para una visión más holística, más integral;
estamos descubriendo, finalmente, que el Planeta Tierra es
también el Planeta Agua.
Un
reciente libro infantil se titula precisamente "Ayudo a mi
Planeta". La salvación del Planeta es nuestra salvación, y
no faltan especialistas que afirmen que el Planeta se
salvará siguiendo el curso del Universo y, mientras tanto,
la vida humana y todas las vidas del Planeta serán un
sombrío pasado.
La Agenda
no quiere ser pesimista, no puede serlo. Quiere ser
realista, comprometerse con la realidad y abrazar vitalmente
las causas que promueven una ecología esperanzada y
esperanzadora.
Esa
ecología profunda, integral, debe incluir todos los aspectos
de nuestra vida personal, familiar, social, política,
cultural, religiosa... Y todas las instituciones políticas y
sociales, a nivel local, nacional e internacional, han de
hacer programa suyo fundamental "la salvación del Planeta".
Se impone
una globalización de signo positivo, trabajando por la
mundialización de la ecología. Rechazando y superando la
actual democracia de baja intensidad, urge implantar una
democracia de intensidad máxima y, más explícitamente, una
"biocracia cósmica".
Urge
crear, estimular, potenciar en todas las religiones y en
todos los humanismos una espiritualidad "profunda y total"
de signo positivo, de actitud profética en la liberación de
todo tipo de esclavitud; viviendo y militando por una nueva
valoración de toda vida, de la materia, del cuerpo, del
eros.
El
ecofeminismo sale al encuentro de un desafío fundamental,
Gaia es femenina.
Se impone
una nueva relación con la naturaleza, naturalizándonos como
naturaleza que somos, y humanizando la naturaleza en la que
vivimos y de la que dependemos. Yo soy yo, diría el
filósofo, y la naturaleza que me circunda.
Lo mejor
que tiene la Tierra es la Humanidad, a pesar de todas las
locuras que hemos cometido y seguimos cometiendo, verdaderos
genocidios y verdaderos suicidios colectivos.
Propiciando ese cambio radical que se postula y proclamando
que es posible otra ecología en otra sociedad humana,
hacemos nuestros estos dos puntos del Manifiesto de la
Ecología Profunda:
·
"El
cambio ideológico consiste principalmente en valorizar la
calidad de la vida -de vivir en situaciones de valor
intrínsecas- más que en tratar sin cesar de conseguir un
nivel de vida más elevado. Tendrá que producirse una toma de
conciencia profunda de la diferencia que hay entre
crecimiento material y el crecimiento personal independiente
de la acumulación de bienes tangibles".
·
"Quienes
suscriben los puntos que se enuncian en el Manifiesto,
tienen la obligación directa o indirecta de obrar para que
se produzcan estos cambios, necesarios para la supervivencia
de todas las especies del Planeta", incluyendo "la santa y
pecadora" especie humana.
Militantes e intelectuales comprometidos con las grandes
causas están preparando una Declaración Universal del Bien
Común Planetario que se expresa a través de cuatro pactos:
1) El
Pacto ecológico natural, responsable de proteger la Tierra.
2) El
Pacto ecológico social, responsable de unir todas las
esperanzas y voluntades.
3) El
Pacto ecológico cultural, que debe estar basado en la
promoción del pluralismo, de la tolerancia y del encuentro
de la Humanidad con los ecosistemas, los biomas, la vida del
Planeta.
4) El
Pacto ecologicoético espiritual, fundado en la dimensión del
cuidado, la compasión, la corresponsabilidad de todos con
todo.
Hemos de
escuchar lo que nos dicen simultáneamente las nuevas
ciencias y las nuevas teologías. Queremos vivir este kairós
ecológico de militancia y de mística con el Dios de todos
los nombres y de todas las utopías.
Con Jesús
de Nazaret, muchos libertarios, profetas y mártires en
Nuestra América nos preceden y nos acompañan en esta marcha
por el desierto hacia "la Tierra sin Males".
¿Es una
utopía absurda? Sólo utópicamente nos salvaremos. La
arrogancia de los poderes, el lucro desenfrenado, la
prepotencia, las claudicaciones, vienen a desanimarnos; pero
nosotros nos negamos al desánimo, a la corrupción, a la
resignación. La Pacha Mama y Gaia están vivas, son
vivificadoras. Ninguna estructura de muerte le podrá a la
Vida.
Pedro
Casaldáliga
Bispo Emérito da Prelazia de São Félix do Araguaia
Adital
http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=41068