Estoy en uno de esos momentos de mi vida donde necesitaría, realmente, creer en Dios. Si bien mi etapa de ateo dogmático pasó, me he mantenido, en este último tiempo, en un agnosticismo moderado, releyendo, después de muchos años, a los teólogos que otrora me apasionaron e iluminaron.
Muchas veces escucho y leo que la fe es una <<gracia>>, y me pregunto por qué yo, incansable buscador de Dios, nunca la experimenté. Incontables veces, en la penumbra de mi habitación, he rogado incansablemente: <<Dios, si existes, por favor, regálame la fe>>. Nada pasa: mi increencia sigue intacta, esperando, como si de un milagro se tratase, que Dios, verdaderamente, aparezca en mi vida.
Esta búsqueda sin respuesta me mantiene en el escepticismo, y me pregunto una y otra vez por qué Dios, si existe, no aparece en mi vida…Por supuesto, no espero nada milagroso o sobrenatural: con sentir su Presencia, dentro mío, sería suficiente. Pero, como decía, nada pasa….
A veces, lo reconozco, envidio, incluso, la <<fe del carbonero>>, esa serena y segura manifestación de la fe. Pero yo, como persona ilustrada, me niego a creer en lo inverosímil: quiero una fe racional e instruida, una fe que viva, al decir de Kant, en la mayoría de edad del mundo.
Dios, ¿estás ahí? Anoche te lo pregunté en mis pensamientos, y ahora vuelvo a intentarlo mediante la escritura. Te lo pido de corazón: si existes, entra a mi vida. Bien sabes Tú que la felicidad, sin ti, me es muy difícil…
Bruno Matías Álvarez