Querido Rafael: Acabo de enterarme del fallecimiento de tu mujer y compañera. Un abrazo sentido para ti y toda tu familia. Y que el espíritu de Conchita aletee libremente en vuestros corazones y en todos los espacios en los que os movéis sembrando vida y buena noticia. Os vi y os conocí hace pocos años en el Foro Religioso de Vitoria; después, solo dos o tres veces más... La última el año pasado en la Primera Jornada de Fe adulta. Pero ello basta para sentirme hermano vuestro. Un gran abrazo, y que el Señor acompañe y calme un poco tu dolor. Te envío adjunto un poema en recuerdo de Conchita. Es mi pequeña aportación y una forma de hacerme presente en vuestra intimidad.

Florentino Ulibarri

 

Me acercaré a tu morada
con mis hambres y mi pobreza,
con mi utopía y mi esperanza.

Tocaré tu puerta, hasta que me oigas,
con las esquirlas de mi alma,
alegre de verse ya liberada.

Entraré en tu silencio de puntillas,
y con ansia, nada más que se abra,
como hija, madre y esposa amada.

Seguiré la brisa y el aire
que delatan tu presencia
en esta nueva casa que me regalas.

Levantaré mis ojos, una vez más,
en busca de los tuyos que me enamoraron
y que siempre me están mirando.

Y, así, me quedaré serena y vigilante
a la escucha de tu Palabra,
al encuentro de tu abrazo.

Ellos me darán la luz que necesito,
calmarán mi sed por todo lo humano
y me dirán mi nombre verdadero.

Y yo te hablaré de los tuyos y míos
que siguen sembrando en la tierra,
con fe adulta, tu buena noticia.