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LA FIESTA DE CRISTO REY DEBERÍA DESAPARECER DE INMEDIATO

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Tradicionalmente se habla de soberanos y de súbditos. No nos gusta nada este lenguaje, porque no debe haber ni soberanos ni súbditos, sino ser todos iguales y hermanos. Llamarle a Jesucristo Rey es una verdadera ofensa, porque el testimonio que tenemos de los reyes de este mundo, salvo alguna rarísima excepción, es verdaderamente nefasto: llenos de boato, de privilegios, de corrupción, de aforamientos, de lujos y ostentación.

Por eso esta fiesta debería desaparecer de inmediato del calendario de la liturgia de la Iglesia, porque además esta celebración la "inventó" la Iglesia Oficial el año 1925 como reacción contra las ideologías republicanas y anticlericales de amplios sectores europeos y pretendiendo seguir ejerciendo su influencia y dominio, como una monarquía absoluta, sobre los gobernantes y los pueblos como en tiempos medievales, como si Jesucristo fuera el Rey de Reyes de este mundo. Nada más lejos de lo que fue Jesús. Él lo dijo: "Mi reino no es de este mundo".

Jesús no es rey, es todo lo contrario. Él dijo: "Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande será vuestro servidor, y el que quiera ser primero que sea esclavo vuestro, de la misma manera que el Hijo del Hombre (Jesus) no ha venido para ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos".

Jesucristo no es Rey de este mundo. Fue un esclavo, y por tanto acusado y condenado a muerte de cruz como un esclavo por ir contra el sistema de poder absoluto impuesto por la religión judía y sus representantes oficiales de Jerusalén, y por Roma, por lo que es acusado de subversivo contra el orden establecido. De ahí su condena a morir crucificado, como establecía la Ley romana para los esclavos.

Hoy el mayor poder absoluto lo ejercen los bancos, las compañías multinacionales y los gobiernos que los apoyan con sus dictaduras económicas en connivencia con el FMI, el BM y la OMC, contra los oprimidos de la tierra a los que empobrecen hasta la miseria, quitándoles sus tierras (más de 227 millones de Has. en fincas de más de 1000 Has. con sus aguas correspondientes), así como sus materias primas de alto valor tecnológico (como el coltán en la Rep. Dem. del Congo), contaminándoles sus aguas (como la canadiense Montana Explotadora en Guatemala para extraer el oro de sus yacimientos), y así obligándolos a refugiarse en los basureros de las grandes ciudades para a vivir en y de la basura, o hasta forzarlos a emigrar pasando mil penurias como los africanos hacia Europa (el Mediterráneo ya es un cementerio de africanos) y los suramericanos hacia Norteamérica, como estamos viendo estos días desde Honduras.

Es muy triste que ese poder absoluto lo hayan ejercido, aun en nuestro tiempo, las "autoridades" romano-vaticanas contra muchos teólogos comprometidos con la liberación de los oprimidos y la dignificación de los pobres, y por el contrario hayan dado la mano y la comunión a dictadores sanguinarios como Pinochet o reconocimiento público y reiterado al más largo dictador español del siglo XX, y por el contrario, esas mismas "autoridades" durante muchos años hayan mirado para otro lado ante la horrible pederastia que estaba infectando a la Iglesia como un cáncer.

¿Dónde estuvieron esas autoridades romano-vaticanas que no daban la cara públicamente por personas muertas por la misma causa de Jesús como los Jesuitas de la UCA, Óscar Romero, Gerardi, Rutilo Grande, Gaspar García Laviana, muchos catequistas de Guatemala asesinados por causa de su fe, etc., que muchos siguen sin ser reconocidos como testigos eminentes de la fe. Gracias al Papa Francisco que con la reciente canonización de Monseñor Romero ha dado un giro radical a la actitud de sus dos predecesores inmediatos. Pero aún falta un largo camino por recorrer para rehabilitar a muchos represaliados, como las mujeres en la Iglesia, que no son reconocidas con la misma consideración y misión que los hombres. Tendrá que ser con otra Iglesia.

No le llamemos a Jesucristo Rey, sino el Libertador, porque fue uno de los seres humanos más comprometidos con la dignidad del hombre, con la justicia, con la verdad, la libertad, el amor, la igualdad, la vida, la esperanza, la solidaridad, la defensa de los débiles, el compromiso con los pobres, la denuncia de las injusticias y los injustos, la reivindicación específica y absoluta de la dignidad de la mujer y de los niños porque entonces lo necesitaban más (y aún ahora), la apertura a la dimensión trascendente de la persona humana, la claridad absoluta con que veía el camino que debería seguir la humanidad, el descubrimiento humano de Dios a nivel de la persona humana concreta, la fe y la seguridad con que afrontó las exigencias y los retos hasta la muerte que le pedía su misión liberadora integral. Esa es la verdad del hombre.

De esa verdad fue testigo Jesús hasta su misma muerte. Y todo esto lo hizo El desde abajo y desde dentro, no desde arriba y desde fuera. Fue a su destino con los pobres de la tierra. De toda esta verdad sí es Jesucristo el verdadero Lider y Libertador que estamos necesitando aun hoy los hombres y mujeres de nuestro tiempo, junto la Madre Tierra que El contemplaba en los lirios del campo, en los pájaros del cielo, en la abundancia los peces de Tiberíades, en las mieses de los campos de Galilea.

Sí, veamos a Jesús como lo que fue: el Libertador de los pobres de Galilea, de los pobres de todos los tiempos. Lo que llamamos milagros o signos de Jesús hemos de verlos como hechos o actos continuos de liberación, a los que El daba el significado más profundo con sus palabras: "dichos los que tienen hambre y sed de justicia, dichosos los pobres porque vuestro es el Reino de los Cielos, dichosos los perseguidos por causa de la justicia, "porque El hará justicia a los humildes del pueblo, salvará a los hijos de los pobres. Porque El librará al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie ampara, se apiadará del débil y del pobre, la vida de los pobres salvará. De la opresión, de la violencia rescatará su vida. Su sangre será preciosa ante sus ojos" (Salmo 72).

Es muy gratificante comprobar que en nuestro tiempo hay creyentes totalmente comprometidos con este gran mensaje de Jesús: Oscar Romero, Monseñor Gerardi, Los Mártires de la UCA, Rutilo Grande, Pedro Casaldáliga, Gaspar García Laviana, que escribía, atormentado por la miseria de los pobres campesinos de Nicaragua a los que oprimía ferozmente de la dictadura de Somoza: "Me hieren tus mortajas prematuras de hambre, me hieren tus huesos entubados en pieles sedientas, tu eterna tristeza, tus ojos humillados, y tu impotencia".

Dentro de pocos días recordaremos y celebraremos su compromiso junto con el VI encuentro nacional de Redes Cristianas en Gijón, a la que invitamos encarecidamente a todos cuantos podáis asistir, todos intentando retornar a la coherencia con el mensaje liberador de Jesucristo, a donde el Papa Francisco sea capaz de llevar la Iglesia para que retorne a ser camino, verdad y vida para los hombres, mujeres y la Madre Tierra de nuestro tiempo.

 

Faustino Vilabrille

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