Seguro que se le ha ocurrido a muchas personas, pero lo han rechazado por absurdo. Me refiero a una propuestas muy arriesgada, pero que por lo menos merece la pena proponerla. Se trata del problema de los pueblos de zonas que no tienen eucaristía cada domingo. Cuando hay peligro de contagio físico por una pandemia, se puede hacer algo en común a través de la tele. Es lo que ocurre ahora con el coronavirus.

Yo escribí en contra de las misas televisadas, cuando se trata de un espectáculo y de manifestar el arte del templo, las maravillas de un coro… Sin embargo, ahora se trata de otra cosa totalmente distinta. Se trata de algo pastoral.

Ya es corriente que muchas personas impedidas vean y escuchen la misa por la tele. E incluso hay ocasiones en que ya tienen la forma consagrada en casa y comulgan con ella.

¿Se podría celebrar una misa en un lugar y a través de la televisión que se unan personas de varios pueblos de alrededor? Ya sé que la gran dificultad (me diréis que imposibilidad) es el no estar juntos. Permitidme que con un poco de humor os diga lo que respondía hoy en un pueblo al tratar este tema: “¿no hay tanta distancia en una iglesia entre las personas del primer banco y las que están en el último, como la que hay entre un pueblo y otro?”

Hoy lo podemos hacer perfectamente. Con la tecnología informática podemos responder, cantar, participar…

Podemos, previamente organizado, cantar, dialogar y comulgar con formas consagradas en cada parroquia previamente (¿se podrían consagrar desde la tele las formas que tenemos preparadas en casa?) Estoy seguro que la atención, la participación y la devoción no iba a ser menor, ni mucho menos.

Hablamos mucho de la España vaciada, pero será bueno que también tratemos ese tema desde la vida cristiana. Alabo la decisión de la iglesia española al suprimir las misas por el riesgo de coronavirus, porque el mensaje de Jesús es claro: “antes que las leyes, son las personas”.

Lo que sí estoy seguro es que el sentido de unión iba a ser mayor y que iba a fomentar el afecto entre las personas de los distintos pueblos. Y la comunicación de los enfermos y familias en casa con otras personas. Viviremos las debilidades juntas y el apoyo y la oración.

Puede ocurrir que alguien se vaya un momento de la tele a ver cómo van los garbanzos... Eso son las distracciones que tenemos también en el templo.

¿Qué me dicen los entendidos en liturgia? Ya me lo sé. Pero ¿qué dicen los pastoralistas, los que viven y sirven a la fe de las personas de los pueblos pequeños, los enfermos?

Lanzo esta idea, un tanto atrevida. Quizás sea un primer paso para encontrar lo que no se ha conseguido con los viri probati de la Amazonia. Os escucho y os leo.

Gerardo Villar