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¡DON DEMETRIO: DIOS NO ESTÁ EN LAS MITRAS!

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Con el decidido y disciplinado propósito de evitar ociosas o malentendidas sorpresas, refiero que “disparate” es definido como “hecho o dicho sin sentido común, contrario a la razón” o “dislate”, que es “lo que va más allá de lo razonable, de lo normal o se sale de lo ordinario o lícito”. La RAE “dixit” y esta definición sirve a todos para iniciar y mantener la convivencia entre los seres humanos.

Con esta referencia huelga referir que los editores de libros del ámbito de las “antologías del disparate” están permanentemente ahítos de razones para engrosar sus secciones y capítulos relativos a cualquier materia o temas, objetos y sujetos de conversaciones entre contertulios y aún profesionales. Los adictos, por ejemplo, a la política, multiplican las ediciones con generosidad, originalidad y asombro. Por supuesto que las páginas “religiosas” proporcionan material abundante de datos de singular relevancia, cifras, ponderaciones e interpretaciones, solo con asomarse a las páginas dedicadas a estos menesteres en su diversidad de procedencia, circunstancias de lugar y de tiempo y sagradas órdenes “ministeriales”.

Y sin más atrios, introitos y prolegómenos, refiero que acabo de leer una Carta Pastoral, firmada por el actual obispo de Córdoba, don Demetrio Fernández, uno de los principales proveedores de los “disparates” que antologan y sirven de titulares a los medios de comunicación social, aún a los patroneados y financiados por la Conferencia Episcopal Española (CEE), diócesis o parroquias…

Como a este obispo y a algunos de sus congéneres, cualquier tiempo y ocasión les resultan cómodos y propicios para enmarcar lo que piensan, u otros pensaros –es un decir– por ellos, subrayo como significativos algunos párrafos de sus consideraciones pastorales oficiales a propósito del homenaje civil presidido y participado por el Jefe del Estado y autoridades políticas, civiles y aún religiosas, a pocos pasos de la madrileña catedral de la Almudena y en recuerdo –memoria– de las víctimas del “coronavirus”:

“El silencio de Dios observado en la celebración, más propio de un Estado laico como el constitucionalmente vigente hoy en España, lo fue de un Estado laicista”. “Con tal silencio se pretendió herir mortalmente la identidad española desde sus orígenes evangelizadores hasta nuestros días, pasando por las épocas gloriosas de nuestra reconquista fatigosa y la evangelización del nuevo mundo”. El obispo cordobés insta a “no avergonzarnos del Evangelio”, con añoranzas indulgenciadas a la “lucha sin cuartel entre moros y cristianos”, con remembranzas litúrgicas “a la festividad de Santiago patrono de España…”

El silencio de Dios –silenciar a Dios– no está registrado en las tablas de piedra de la Ley ético moral de la humanidad y ni en los evangelios, con los mismos caracteres dramáticos que lo está el preceptivo “No tomarás el nombre de Dios en vano”, no solo verbalmente sino sobre todo en la práctica. Del sacrosanto nombre de Dios tomado en vano, hacen impúdico uso en cristiano, en su misma liturgia y con hábitos y ornamentos sagrados y por sus autoridades máximas entre cuyas filas destacan báculos, mitras, anillos y tronos catedralicios, entre nubes de incienso, cruces procesionales y golpes de pecho.

Reservar anatemas y descalificaciones para determinados “olvidos”, aún conscientes y programados democráticamente de alguna manera, resulta desedificante, impúdico y escandaloso y, por supuesto, incomparablemente menos grave que el intento de hacer presente a Dios en episodios y situaciones cristianas y hasta eclesiásticas, tales como corrupciones, dinero –Cajas de Ahorro–, juicios, “inmatriculaciones” y en circunstancias “pederastas”, por acción u omisión.

Quiérase o no, el nombre de Dios no lo silenciarán jamás ni los políticos, ni los curas y obispos. Dios es silencio. Silencio Absoluto, pero elocuente, virtuoso, activo y al servicio y para remedio de las debilidades humanas y divinales de su obra creada. Dios es Dios de todos, siempre y para todos. Dios está y se hace presente en las misas solemnes como en los homenajes cívicos, que pueden tener y tienen tanto o más de religiosos que no pocos litúrgicos por definición y convocatoria “oficial”. De lo que sí puede y debe aseverarse con todo rigor, aunque sin liturgia, es que Dios ni tiene ni tendrá, ni usará, jamás mitra, siendo “Jesús” y apellidándose “de Nazaret”. Fueron las mitras, precisamente las mitras, con la firma y apoyo de Poncio Pilato, los fautores del deicidio cristiano…

Lo de “¡Santiago y cierra España!”, las batallas de Clavijo y la de Las Navas de Tolosa y otros capítulos “evangelizadores” de la Reconquista y de la Conquista de América lo silencio, dejándolo para otra ocasión más piadosa, aunque por ahora, no dejo de formular estas preguntas: ¿Quién, quienes, y con qué criterios se siguen nombrando todavía los obispos en España? ¿Qué pueden hacer para los sacerdotes y el pueblo de Dios para que sean depuestos obispos como los de San Sebastián, Cádiz y otros que, dentro y fuera de España, se lo merezcan con razones tan elocuentes como sobradas? ¿Cuándo a la democracia se le entreabrirán las puertas del acceso al episcopado y dejará de imbricarse al Espíritu Santo en tareas pastorales y canónicas no siempre transparentes ni limpias?...

¡Gracias, don Demetrio, al menos por haberme proporcionado la oportunidad de redactar estas sugerencias! ¡Qué obispo “in péctore” se perdió Córdoba con la muerte de su alcalde Julio…!

 

Antonio Aradillas

Religión Digital

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