Veo que nos va costando mucho la no presencia física en los actos litúrgicos de la comunidad y que difícilmente aceptamos los aforos que nos dicta y nos exige Sanidad para las celebraciones.

A la vez , hay muchas personas que ya no acuden a los funerales, bautizos e incluso a las eucaristías. Hasta he visto la queja de varios obispos pidiendo que pueda estar un mayor número de personas en las celebraciones.

Yo quiero manifestar el gozo que en mí y en otros cristianos está suponiendo el tener celebraciones vía online. Es cierto que no se puede sustituir la presencia física con sus abrazos, su formar corro, sus cantos, su “estar junto a”. Pero pienso en lo que ha tenido que ir suponiendo en la iglesia, los diversos cambios que han ocurrido y que han ido trayendo los tiempos: por ejemplo, cuando se pasó de las celebraciones en latín a la lengua vernácula.

Hoy contamos con personas acostumbradas a ver casi todo en la tele. Ante las distancias, se nos ofrece un sistema nuevo de diálogo y encuentro y es de aprovechar, no solo para soslayar la dificultad que nos trae el Covid, sino para poder manifestar y vivir la universalidad con nuevas formas.

La verdad es que disfruto en las reuniones a través de zoom u otros sistemas. Me parece que los cristianos estamos en habitaciones de al lado y hasta se me ocurre pensar en quién habrá traído las rosquillas para el final.

Valoro enormemente el servicio que ha hecho y está haciendo la tele para enfermos y personas mayores. Ahora damos un paso más y ya se trata de dialogar, ver, cantar sentir los gestos, compartir las lecturas….

Puede hoy parecer imposible, pero dejemos tiempo y necesidades en su lugar… ¿No pareció raro cambiar las sillas por los bancos? Y ¿los púlpitos por los altavoces? Y ¿las luces eléctricas por las velas? ¿Y en grandes concentraciones, no funcionamos con pantallas gigantes? ¿No fue un paso gigante el enterrar a los difuntos fuera del templo?

Todo nos lo irá diciendo la necesidad y las alternativas que vayamos descubriendo útiles para celebrar la comunidad cristiana.

Gerardo Villar