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Libro de la biblia

* Cita biblica

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Fecha de Creación (Inicio - Fin)

-

TODOS LOS SANTOS

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Hay conceptos en la vida que necesitan un referente para poder comprender el alcance de los mismos. Solamente por poner dos ejemplos, tenemos claro que no se puede comprender el concepto alto sin su opuesto que es el bajo, e, igualmente, tampoco se puede captar el significado de centro si no nos referimos también al de periferia, etc. Es lo que sucede cuando hablamos de bien y de mal, de verdad respecto a mentira y, en el caso que nos atañe, del revés respecto al derecho.

Para ver, en este caso, el significado que tienen “revés y derecho”, tendremos que ver cuáles son sus referentes y/o los valores en que se fundamentan. Revés, en este caso, sería sinónimo de lo opuesto a lo establecido, a lo que sería lo normal (habitual, para ser más exactos) y lo corriente; a lo contrario de lo que suele suceder de manera habitual y, también, a lo que sería deseable que no sucediera para evitar posibles males mayores. No en vano, se suele decir y oímos decir en algunas ocasiones que hemos recibido o alguien en concreto ha recibido un revés; es decir, alguna adversidad, del tipo que fuere, que ha puesto en jaque y ha tambaleado la vida, en un sentido negativo concreto, claro.

Según lo dicho, debiéramos entender que “viven al revés” quienes no solo plantean, sino que lo llevan a cabo, su actuar, su comportamiento y sus relaciones humanas de manera diferente, en el mejor de los casos, pero yo diría más aún, contraria y opuesta, a las directrices impuestas o vigentes en el lugar y el momento por el “sistema dominante”.

Así, pues, vivieron y viven al revés, por ejemplo, quienes hicieron y hacen de la austeridad y del equilibrio en relación con el uso de las cosas su manera de ser y de vivir, frente al consumo, en mayor o menor medida, que la gente en general, según el parecer y el criterio generalizado, suele o tiene por costumbre. Más aún, cuando esa manera de vivir es el resultado de un planteamiento personal y fruto de un discernimiento maduro y responsable. En resumen, pues, se podría decir que vivieron y viven al revés todo hombre y toda mujer que hizo y hace de la pobreza, nunca de la miseria, claro, el criterio que le lleva y continúa llevándole a distinguir lo imprescindible y necesario de lo superfluo y/o lo que pueda rayar con el capricho. Siendo semejante actitud y forma de vida el trampolín que lo lanzó y continúa lanzándolo hacia un compromiso generoso y solidario con las personas desfavorecidas y también respetuoso con la ecología y el cosmos.

También “vivieron y viven al revés” quienes decidieron un día y continúan decidiendo también en estos momentos que la justicia debe ser la base sólida sobre la que se fundamenten las relaciones humanas, tanto entre personas como entre pueblos, con el único objetivo de llegar a erradicar todo tipo de desigualdad y de discriminación entre unas personas y otras, especialmente entre quienes, por la causa que fuere, se encuentran más desfavorecidas. La justicia que no entiende de dar, de exigir o de pedir a ti y a mí lo mismo que al otro o la otra, sin más; sino la justicia que tiene en cuenta la situación de cada persona, en cada lugar y en cada momento, junto a la abundancia o la falta de oportunidades que cada hombre y mujer haya tenido, tiene y ha dejado de tener. La justicia que no entiende del “mismo rasero” y, por lo mismo, no lo aplica, porque considera que, en el corazón de todos los hombres y mujeres, sin ningún tipo de excepción, habitan unos valores que van más allá de todo lo que pueda ser medido o cuantificado.

Son quienes creyeron y siguen creyendo en una manera de vivir lejos del orgullo, cuando no de la prepotencia, porque aún conservan la capacidad suficiente para pensar que su posible nivel superior en cuanto a cultura, economía, poder, etc., no es atribuible a sus méritos personales, sino a diferentes tipos de circunstancias y oportunidades que lo hicieron posible; exactamente las mismas que no existieron o/y les faltaron a los demás para haberlo conseguido también.

Humildad y sencillez que nada tienen que ver con “tener baja la autoestima”, pues decidieron ser y vivir así por opción personal y decisión libre de cualquier tipo de presión o influencia exterior. Creyeron y creen, además, que son personas que poseían y poseen grandes capacidades y cualidades, pero no para sacar provecho individual de ellas ni para sobreponerse a los demás, sino para ponerlas al servicio de la gente y en favor del medio en qué esta gente vive.

“Vivir al revés” supone ir por la vida con una actitud siempre misericordiosa; es decir, disculpando los errores que cometen los demás, o al menos lo que ellos consideran que pueden ser posibles errores. Una actitud de denuncia fuerte y contundente contra el tipo de mal infringido, pero acompañada al mismo tiempo de otra actitud de disculpa hacia las personas que lo han podido llegar a cometer. Una disculpa que nada tiene que ver con un relativismo ético que puede llevar a pensar que todo es lo mismo; al contrario, una disculpa preñada de una exigencia moral fuerte hacia uno mismo, a pesar de que las leyes no lo incluyan dentro de su catálogo de delitos o los legisladores hagan la vista gorda. Son personas que tuvieron y tienen la experiencia que vivir así es tremendamente realizador, a pesar de que sea también tremendamente difícil.

Y ya, por último, y vivieron y viven al “revés” los hombres y mujeres que, desde siempre y hoy también, hicieron y siguen haciendo de la paz el gran y el mejor instrumento para intentar hacer del mundo una familia. Son los mismos que han proclamado y siguen proclamando a los cuatro vientos que nunca ha existido ni existirá razón que llegue a justificar una guerra o una agresión y, por ende, que sea necesaria y, menos aún, justa. Y lo proclaman a pesar de que códigos civiles y religiosos así lo admitan en según qué momentos y que circunstancias y, además, les adviertan a ellos de que su postura contradice al derecho e incluso la posible voluntad de Dios.

Son hombres y mujeres que no cesan en su empeño de recordar y hacer todo cuanto está en sus manos para ayudar a que la gente en general llegue a darse cuenta de que solo la justicia es el camino que puede conseguir la paz verdadera tanto entre personas como entre pueblos. Pero no una paz que tenga que ser ni que haya de ser siempre el resultado de un tratado o un de un convenio sin más, sino el acuerdo sincero y generoso desde el reconocimiento mutuo de los propios errores y de los aciertos del otro.

Claro que todo ello no les hubiera resultado ni les resulta fácil, y ni siquiera posible, si su interior hubiera estado y estuviera lleno de contradicciones y de incoherencias; en vez de abundar en ellos la calma, la serenidad y el equilibrio.

Claro que lo más curioso de toda esta historia y manera de enfocar la vida por parte de quienes han vivido y continúan viviendo hoy así, es que nunca fueron ni son conscientes de que había ni puede haber otra manera de vivir contraria a la suya: no porque crean que la razón está únicamente de su parte, sino por algo tan sencillo como es el hecho de experimentar que ellas y ellos, viviendo así, fueron y son inmensamente felices, contribuyendo, en lo que está de su parte, a que los demás también puedan serlo. ¿Por qué van a pensar, entonces, que también se pude ser feliz acumulando bienes de manera egoísta e insolidaria, vengándose de quien les hubiera poder ofender, esforzándose por sobresalir por encima de los demás, etc.? ¿Por qué? Más aún, tampoco entró entonces en sus mentes ni les entra ahora la idea consistente en creer que esa manera de vivir, que tanta felicidad acarrea, sea exclusiva de quienes piensan de una manera o de otra, ni de quienes profesan este tipo de fe en vez de otra; no. Por eso, en cuanto de ellas y ellos depende, solamente hay una manera, la llamen como la llamen o la denominen “del revés” o “del derecho”; son distinciones que no entraron ni entran hoy día en su mente ni en su vocabulario.

También por eso precisamente, creen que no fue ni va con ellos el hecho que, por vivir así, se les pueda o se les tenga que dedicar altares, ponerles aureolas, rendirles culto, etc. Ya vivieron y viven siendo felices y aportando lo que puedan para que las demás personas también lo sean.

Su altar es el mundo; su aureola, su conciencia; su culto, el amor a las personas y el cuidado del cosmos. ¿Qué más se necesita, entonces, para ser felices? Seguro, lo han sido y lo siguen siendo.

¡FELICIDADES!

 

Juan Zapatero Ballesteros

ECLESALIA

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