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LA ORACIÓN, RESPIRACIÓN DE LOS CRISTIANOS

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"Cuando nace un sabio, el agua del río se hace más clara y las plantas y árboles de las montañas más verdes" (Proverbio chino)

6 de julio, XIV domingo del TO

Mt 11, 25-30.

En aquella ocasión Jesús tomó la palabra y dijo: -¡Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla!

Jesús eleva a Dios en Mateo 11, 25 esta breve y gozosa plegaria por el éxito pastoral de los apóstoles predicando el Reino a los más desfavorecidos. Y como siempre, cuando ora, se transfigura e irradia luz de revelación.

"A mi parecer, no es otra cosa oración sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que ama", escribió Teresa de Jesús. Otros autores como Fray Betto y Arregui dicen que "Orar es entrar en sintonía con Dios", o que "La oración es la manifestación de la relación con Dios".

En mi opinión todos ellos –la Iglesia también cuando habla de este tema- se muestran poco generosos. Yo añadiría que el trato de amistad, la sintonía y la amistad no sólo son con Dios, sino y sobre todo, con nosotros mismos, con los demás, con todas las criaturas, con todos los acontecimientos, con la vida en todas sus circunstancias, lugares y momentos. Y siempre, por supuesto, desde una visión amorosa.

La oración –en toda su gama de luz y de color- es la respiración del cuerpo espiritual de la Humanidad. Y lo es con tal fuerza y apremio que sin ella la vida se le adelgaza y esfuma. Personalmente he orado cuando entraba en sintonía con Dios en la Mezquita Azul de Estambul, en el Lago Ladoga de San Petersburgo, la Puesta de Sol en los Fiordos Noruegos, el Paso del Cometa Ison por los Cielos Siderales del Guadarrama madrileño.

Más accesible y económico resulta establecer esa relación al contemplar una margarita, escuchar con atención el canto del ruiseñor, degustar el sabor y el aroma de un guiso en la comida. Cosa difícil de hacer para quienes toleran la presencia de ladrones de sí mismo –televisión, radio, Ipod, móvil...etc- que les roban la capacidad de estar presentes a sí, de respirar transfigurándose e irradiando luz a los demás. Don Miguel de Unamuno confesó vivirlo de esta manera: "Cuanto más soy de los demás, más soy yo mismo y, cuanto más soy yo mismo más soy de los demás; de la plenitud de mí mismo me vierto a mis hermanos y, al verterme en ellos, ellos entran dentro de mí" (Del sentimiento trágico de la vida).

Otra consideración de este sentido de la respiración de los cristianos nos la hace San Agustín: "El hombre no reza para dar a Dios una orientación, sino para orientarse debidamente a sí mismo". La respiración empieza y termina en el cuerpo humano. No hay negocio divino alguno en ello. Pero sí humano en Jesús, que nació sabio como todos los humildes y sencillos –"tolerante y humilde de corazón" (Mt 11, 29) , y con él "el agua del río se hace más clara y las plantas y árboles de las montañas más verdes" como afirma el proverbio chino.

La siguiente plegaria del ateo, de Don Miguel, nos deja perplejos en la angosta realidad de un Dios tradicional inexistente. Para el Cristiano le basta la existencia del don y revelación de Jesús.

 

LA ORACIÓN DEL ATEO

 

Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,

y en tu nada recoge estas mis quejas,

Tú que a los pobres hombres nunca dejas

sin consuelo de engaño. No resistes

 

a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.

Cuando Tú de mi mente más te alejas,

más recuerdo las plácidas consejas

con que mi ama endulzóme noches tristes.

 

¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande

que no eres sino Idea; es muy angosta

la realidad por mucho que se expande

 

para abarcarte. Sufro yo a tu costa,

Dios no existente, pues si Tú existieras

existiría yo también de veras.

Miguel de Unamuno

 

Vicente Martínez

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