TRES MISIONEROS, TRES OBISPOS, CON OLOR A OVEJA
Jesús Bastante
Anastasio Gil, José Angel Divasson, Juan José Aguirre, Luis Ángel de las Heras y Enrique Figaredo
Tres misioneros. Tres obispos. Con olor a oveja, a selva, a agua, a sufrimiento. Pastores de una Iglesia universal. El Centro Cultural de Arganzuela acogió esta tarde una vibrante mesa redonda con tres religiosos, "ilustres y admirables personajes, misioneros de nuestra tierra", como los presentó el director nacional de OMP, Anastasio Gil. Tres obispos españoles en los países empobrecidos: José Ángel Divasson, de Puerto Ayacucho (Venezuela); Juan José Aguirre, obispo de Bangassou (Centroáfrica), y Kike Figaredo, el obispo de las sillas de ruedas de Camboya.
Moderó el debate el presidente de Confer, Luis Ángel de las Heras, puso a los invitados como ejemplo de la Iglesia "en estado permanente de misión". "La biografía de estos hombres es la de personas que sirven a los más desfavorecidos allá donde están. Allí nos muestran a Cristo crucificado". América Latina, África y Asia, reunidos en la vieja Europa, en el viejo Madrid.
José Ángel Divasson, un navarro con acento venezolano, enamorado de Don Bosco y de las misiones. "Hace 59 años que llegué a Venezuela. Uno ya no es de aquí, uno ya piensa en venezolano". Toda una vida en mitad de la selva amazónica, junto a una veintena de salesianos, unas 30 religiosas "y un buen grupo de laicos, voluntarios misioneros".
El obispo destacó "la dimensión misionera del bautismo", que "podemos hacer realidad en el día a día", trabajando por "los derechos humanos en una situación como la actual en Venezuela, difícil y que requiere un compromiso fuerte". Del mismo modo, la labor con los grupos indígenas, en rincones donde antes de su llegada "no se había oído hablar de Cristo".
"Para ser cristiano uno no tiene que dejar de ser yanomami", relató Divasson, defendiendo la importancia de "descubrir los signos de Evangelio que hay en cada cultura, en cada persona, y desde ahí comenzar la evangelización", en función de los valores que trae Jesús, a través del compartir, del otro, "de descubrir que todos somos hermanos".
Por su parte, Juan José Aguirre relató su experiencia en el corazón de África. "He sido y soy feliz desde hace 34 años, con mi vocación misionera". Aguirre recordó cómo "estábamos en el quinto pimiento, a siete días de camino de un teléfono". El obispo comboniano relató el impacto de su primer contacto con África, "cuando me hicieron saber, con las mejores palabras, que no podía ir con las lecciones aprendidas".
"Me dieron esta mochila llena de piedras que es el episcopado, para ayudar a nacer a una Iglesia muy joven, muy dinámica, muy viva" que es Bangassou. "Personas que van encontrando en el Evangelio razones para vivir, porque el Evangelio prende en aquella cultura de una manera muy sencillo", añadió Aguirre.
El obispo habló del "tsunami" que supone para Centroáfrica la llegada de los Seleka y el mal llamado Ejército de Resistencia del Señor. "Un tal Joseph Kony, que nos ha pisoteado: ha quemado poblados, ha vapuleado todo el este de la república. Nos han raptado niños y niñas, han hecho brutalidades con ellos, niños soldados y esclavas sexuales. Hoy hay más de 300 que no han vuelto a casa", denunció, y su voz sonó atronadora.
La denuncia forma parte del anuncio, y el obispo decidió dar voz a los sin voz. A través de revistas como Mundo Negro, diarios como La Croix (Centroáfrica es francófona) o medios digitales como Religión Digital. "Hay que denunciar esa situación de tremenda violencia, que no es primera noticia hasta que los negros quieren entrar en España, que es la puerta de Europa". Y es que "hay miles de refugiados en el centro de África, y los hemos atendido, sin vallas ni concertinas que les esperasen".
"En África hemos aprendido una forma de vivir, una tolerancia... porque el africano nos lo ha enseñado", indicó Juanjo Aguirre, quien resaltó la "capacidad de desdramatizar increíble". "No quieren pasar toda su vida odiando, porque eso no es evangélico".
Ahora sufren con Seleka, "yihadistas armados con sus kalashnikov", y en apenas nueve meses "destrozaron Centroáfrica". "Son grupos que se han hecho fuertes desde la caída de Gadafi", como Seleka o Boko Haram en Nigeria. "Quieren tomar el poder, y con él las materias primas". Tras los Seleka, grupos antimusulmanes, "que se dedicaban a perseguir a todo el que profesaba el Islam". Y, mientras, "nosotros, con nuestro pueblo, viviendo con nuestro pueblo, contando las lágrimas de nuestro pueblo".
"Allí han degollado a más de 200 personas en los tres últimos meses. Y lo tenemos que soportar sin que sea noticia. Y eso vivimos hoy los misioneros que vivimos en Centroáfrica. Pensamos que mañana será mejor, y para eso necesitamos la oración de tantas personas", concluyó con un deseo. "Podemos conseguir que la gente de la selva pueda vivir con dignidad, con la misma dignidad con la que fueron creados por Dios".
Finalmente, Enrique Figaredo nos trasladó a Camboya. "Kike, no te vuelvas loco, búscame en la gente", cuenta el obispo que le dijo el Señor, mientras estaba en búsqueda. De La Ventilla pasó a la Compañía de Jesús, y de ahí al servicio a refugiados fundado por Arrupe. "Pensaba que me iban a enviar a América o África, y de repente me vi en Bangkok". Una vez allí, le destinaron a los discapacitados, víctimas de la guerra y de las minas antipersona.
"Aprendemos mucho más de lo que servimos", confesó Figaredo. "Escuchando y escuchando nos hacemos mejores, porque estamos cerca de la gente. Tenemos mucha suerte. Estamos en lugares donde los cruces de valores son muy fuertes, y lo básico es realmente importante: la vida, la dignidad... y esto nos hace sentirnos Iglesia al cien por cien. Y entonces el Evangelio se hace vida".
Los jemeres se fueron hace mucho, pero no las minas. El pasado 9 de septiembre, un niño pisó una mina de fabricación china, de plástico. "De las que no se detectan, venía de buscar setas", relató el jesuita. "Ahí también estamos. Ahí está la Iglesia".
"Si la Iglesia misionera tiene que decir algo a la sociedad, son los modos. Hay que estar presente, hay que estar sirviendo. Y con sencillez", apuntó Figaredo. "Y siendo efectivo resolviendo los problemas, para que la gente pueda ser cristiana sin perder su identidad ni su dignidad". Una Iglesia orgullosa porque está presente, al lado de los que sufren, "haciendo lo que podemos".
En el debate posterior, el presidente de Confer lanzó la pregunta: ¿Qué podemos hacer desde aquí? Juan José Aguirre fue claro: "Me gustaría que en España hubiera más información, y que supierais lo que pasa en otras zonas del mundo. O no nos interesa, o no nos interesamos".
El obispo recordó a todos los que están sufriendo la epidemia del ébola, que "lo están sufriendo muchas personas. Los están acompañando muchas ONG, que lo hacen muy bien, pero también muchísimos misioneros, a los que no se ve porque los medios no pueden salir de la periferia. Y allí están javerianos, las misioneras de Teresa de Calcuta, los hermanos de San Juan de Dios... A veces, en la Iglesia estamos faltos de información, deberíamos estar más hambrientos de lo que pasa en el mundo de hoy".
Enrique Figaredo, por su parte, pidió "conocer los problemas relevantes, y no sólo las anécdotas, las caricaturas". "Debemos ir a la raíz de los problemas, y desde la Iglesia tenemos todo para hacerlo: la presencia y el conocimiento. Nadie está 40 años en un lugar conociendo la cultura, los problemas, los retos... como los miembros de la Iglesia". Y, junto a la información, "compartirla de manera positiva, no desde el miedo".
Jesús Bastante