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QUÉ SENCILLO ES SER CRISTIANO

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Mt 22, 34-40

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¡Cuánto hemos complicado las cosas! ¡Cuántas leyes, preceptos y normas hemos establecido! ¡Cuántos códigos hemos promulgado! El de la Iglesia católica tiene más de 1700 cánones o "artículos".

Los gobiernos con cierta frecuencia promulgan leyes y códigos que más que proteger al pueblo en su conjunto, con bastante frecuencia buscan favorecerse a si mismos, a los suyos o al poder. A veces consagran el clasismo, la desigualdad, la discriminación, como la ley de extranjería, los aforamientos, etc.

2

Sin embargo Jesucristo con cuatro palabras lo puso todo muy claro, sencillo y fácil de entender para cualquiera. En el texto del Evangelio de hoy así lo expresa: con tan solo dos mandamientos lo formula muy claro:

a) Mandamiento primero: amar a Dios, por encima de todo y sobre todo.

b) Mandamiento segundo: amar al prójimo como a uno mismo.

Y puntualiza dos cosas: Amar a Dios y al prójimo son totalmente inseparables. Y con cumplir estos dos mandamientos está todo cumplido.

Jesús lo deja meridianamente claro en este pasaje, pues el texto griego de Mateo dice que el segundo es "omoía" (igual), al primero. Esta palabra griega significa "equivalente, mismo, igual, que tiene la misma fuerza".

Por tanto, se trata de un mismo y único amor. No es posible uno sin el otro. Igual que para formar una cruz son igualmente necesarios el palo vertical y el horizontal, y si falta uno no hay cruz. Así pasa con el amor a Dios y al hombre, son inseparables uno del otro.

Pero, ¿cuál de los dos amores es primero? ¿Hay que colocar primero el palo vertical, dirigido a Dios, o el horizontal, dirigido al hombre?

Al final del camino Jesús solo nos va a preguntar por el horizontal (Mateo 25,31-46): "Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me atendisteis, en la cárcel y fuisteis a verme".

Para practicarlo no hace falta ni saber que es así. Ellos no sabían que se lo hacían a Jesús y por eso le preguntan cuándo se lo hicieron a Él. Jesús les contesta: "lo que hicisteis a los más necesitados a mí me lo hicisteis".

Sin duda hay muchos no bautizados que son cristianos y muchos bautizados que no son cristianos. Dios no necesita nada de nosotros para Él, pues es Dios, pero lo necesita todo en los necesitados del mundo. Solo llega El lo que pasa a través de los demás.

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Pero es mucho más fácil y menos comprometido acogerse al palo vertical y reducir nuestra fe a celebraciones, cultos, ritos, peregrinaciones, rezos, músicas, vestimentas, imágenes, procesiones, medallas, altares, coronas, etc. etc., y quedarnos tranquilos porque ya hemos cumplido, aunque luego nuestra vida vaya por caminos muy diferentes, sin compromiso con la justicia, la fraternidad, la solidaridad, el amor, la honradez, la lealtad, la ética, la misericordia, la lucha por el cambio de una estructura neoliberal que hace cada vez más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.

Dice Dios por boca del gran profeta Isaías (1,11-18): "no soporto vuestras solemnidades, me tapo los ojos para no veros, aunque menudeéis la plegaria yo no os oigo... porque vuestras manos están llenas de sangre... desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, haced lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano..."

El profeta Amós (5,21-24) pone en boca de Dios estas palabras: "Detesto vuestras fiestas, no me gustan vuestras reuniones, no me complazco en vuestras ofrendas, canciones y arpas. Quiero que fluya el juicio como agua y la justicia como torrente inagotable". ¡Qué enorme falta tenemos de este torrente de justicia inagotable en el mundo de hoy! ¡Qué lejos están de practicar esta justicia, el BM, el FMI, la OCM, los grandes bancos con sus desahucios, etc. etc.

Jesús sigue esta misma línea profética cuando dice (Mateo 23,23) "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas... que descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe!"

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Por tanto toda celebración que no anime, sirva y fortalezca nuestro compromiso de fe con los oprimidos del mundo, no vale nada, no sirve para nada, y lejos de ser grata a Dios le resulta insoportable. Así pues, al mismo tiempo que nos reunimos para celebrar la fe en Jesús y su mensaje, al mismo tiempo ayudamos a todo el que lo necesita.

Practiquemos apasionadamente la justicia, exijamos justicia, luchemos por la justicia, denunciemos a los injustos, para que todo ser humano pueda vivir dignamente: ¡hay de sobra para todos! No se puede consentir que el 80% de los bienes del mundo se los lleven unos pocos.

 

Faustino Vilabrille

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