No hay otro oficio ni empleo que aquel
que enseña al hombre a ser un Hombre
(León Felipe)

23 de noviembre, domingo XXXIV de TO

Mt 25, 31-45

-Entonces el rey dirá a los de la derecha: Venid, benditos de mi Padre, a heredar el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
-Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis.

La Parábola del pasado domingo nos invitaba al pleno desarrollo de los propios talentos. La manifestación del precepto del amor consigo mismo. Cargados ya de frutos, San Mateo nos propone en esta ocasión que ha llegado el momento de repartirlos generosamente y de tener amor misericordioso con el prójimo. Hacerlo es abrir puertas y ser bien recibidos en el Reino.

En La mujer sin sombra de Richard Strauss –una emotiva historia entre dioses y hombres- se pone de manifiesto el deseo imperante que unos y otros tienen de aparecer como profundamente humanos. Los Guardias cantan el hecho de que el amor es el único camino de la vida. Y en el Acto III, la exclamación de La Emperatriz, con claras resonancias de Evangelio: ¡Yo estoy en él y él está en mi! ¡Somos uno!

Una unidad que, como la de Jesús, demanda un Reino de Dios abierto que derriba las fronteras trazadas con cartabón y lápiz por los técnicos de las Curias romanas. Un reino que, como dice el Presidente Lincoln en la película de Spilberg, con caridad para todos, porque todos somos iguales, todos libres, todos hijos del mimo Dios.

Y esto es incompatible con una Iglesia acorazada. El Reino abierto que Jesús propone, responde adecuadamente a las demandas de una sociedad liberada de sombras, temores y blindajes. El obispo episcopaliano de Estados Unidos, John Shelby Spong, testimonia a sus 81 años esta valiente apertura.  Combate el seguimiento a pie juntillas de la Biblia, de ella dice que no puede entenderse como algo estático porque es un libro que crece y cambia con el tiempo.

Se niega a estancamientos doctrinales como, por ejemplo, en relación al antifeminismo de la Iglesia. "Soy padre de cuatro hijas, confiesa en una reciente entrevista, y no quiero que nadie las discrimine, no quiero que nadie pueda decir a mis hijas que no pueden ser presidentas de Estados Unidos, arzobispos de Canterbury o Papa, sólo porque hayan nacido mujer".

El sacerdote marianista P. José Luis Martínez, apea el Reino de los Cielos a la Tierra, que es el lugar de su lógico registro. Lo dice bellamente en los tercetos de este Soneto a Cristo Rey:

Ya sé que no es tu Reino de este mundo,
que es sólo dimensión de algo interior,
-lo más cordial del hombre y más profundo-

donde te haces presente y seductor;
allí donde tu encuentro es más fecundo,
allí donde tu Reino se hace Amor.

A LA DERECHA, A LA IZQUIERDA

Los atenienses aconsejaban a Diógenes que tomase orden de sacerdote y se consagrase, diciendo que los que así eran ordenados tenían después señorío en el cielo.

A esto respondió Diógenes: Ciertamente ésta es cosa de reír si pensamos que Argesilao y Epaminondas están en el infierno y Patecio ladrón y otros tales como él están en el cielo, y esto porque tomaron orden sacerdotal.

Gravemente reprendió la mala costumbre de los sacerdotes de aquel tiempo, los cuales por sus intereses persuadían a los hombres ignorantes y supersticiosos que si tomaban aquella orden o seña sacerdotal serían bienaventurados después de esta vida. Siendo cierto que la bienaventuranza está aparejada con aquellos que con buenas obras la merecen, tengan órdenes o no.

Erasmo de Rotterdam

Vicente Martínez