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EL PECADO Y LA CULPA

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(Leyendo al obispo anglicano J. Sh. Spong)*

El pecado original proviene de la desobediencia de Adán y Eva al mandato de Dios en el jardín del Edén. Pero la narración del Génesis  no es un relato histórico. La humanidad no necesita un Redentor que la salve del pecado. Pecado, culpa, Jesús Redentor son conceptos inadmisibles para la modernidad. La imagen teísta de Dios, Juez Supremo, hoy no se sostiene,

Uno de los sentimientos que la religión ha interiorizado en las conciencias de los seres humanos es el de culpabilidad. Este sentimiento ha provocado angustiosas situaciones en la vida de las personas como consecuencia de actuaciones que se han considerado pecaminosas o al menos contrarias a la ley moral. Por ello podemos decir que pecado y culpabilidad están asociados, siendo una (culpabilidad)  consecuencia del otro (pecado). Según el relato bíblico Adán y Eva al comer del árbol prohibido en el paraíso pecaron desobedeciendo a Dios. Y desde ese momento la culpabilidad se adueñó de sus personas. La religión cristiana ha enseñado que este pecado, al que ha llamado "original", se ha trasmitido a todas las personas. Y desde ese momento el pecado se ha introducido en la conciencia de los seres humanos. De ahí la necesidad de un redentor que venga a salvarnos del pecado de nuestros primeros padres y nos evite el castigo eterno. Pero el pecado es un producto de la religión.  Estas interpretaciones nos llevan a unas imágenes de Dios, de la creación, del pecado original, del bautismo y de Jesús Redentor y Salvador de la humanidad, que hoy no se pueden sostener.

A este respecto comenta el obispo J. Sh. Spong:

"El lenguaje del pecado original y de la expiación  se ha usado en los círculos cristianos durante tanto tiempo que ha adquirido la categoría de un mantra sagrado, que no puede ser cuestionado y cuya estructura básica no necesita ninguna otra explicación. Cuando las circunstancias cambian, sencillamente se ajusta la doctrina, pero nunca se replantea. Examinándolos cuidadosamente, estos conceptos sagrados nos conducen a una visión de la vida humana que ya no es operativa, a una idea teísta de Dios articulada de manera casi repulsiva, a una idea mágica de Jesús que violenta nuestras mentes, y a la necesidad práctica de la Iglesia de crear culpabilidad como prerrequisito de la conversión. No hay que ser un genio para darse cuenta que esta opinión deformada de Dios y de Jesús, además de esta manera de entender la Iglesia, no puede sobrevivir en el exilio" (Spong, p.94).

Una lectura literal del relato de la creación nos conduce a una imagen teísta de Dios inaceptable por el creyente moderno. Dios es un Ser que habita en los cielos, decide crear el universo y al hombre y mujer a su imagen y semejanza, para que domine el mundo siendo el centro del cosmos. Después de crearlos como Juez Supremo pone a prueba a los primeros seres humanos castigándolos por haberle desobedecido. En la modernidad no podemos admitir esa imagen de Dios, premiador de buenos y castigador de malos, y provocador de su culpabilidad. La religión cristiana se ha aprovechado de esta visión de Dios para alimentar la culpabilidad de las personas y la necesidad de la religión para borrar la mancha del pecado y superar el sentimiento de culpa que impide la felicidad humana.

A consecuencia de la caída de nuestros primeros padres los seres humanos nacemos en pecado, trasmitido biológicamente de generación en generación.

"Debido al pecado cometido por los primeros  seres humanos – dice el obispo Spong – toda vida humana, a partir de ese instante y para siempre, nacería en pecado y sufriría la muerte, su consecuencia definitiva. La universalidad de la mortalidad humana se interpretó como  signo de la universalidad del pecado. Fue el pecado original, el que abarca todos los aspectos de la vida humana. La vida entera necesitaba ser redimida y pedía a gritos un salvador (Spong, p.96).

De esta convicción nació la imagen de Jesús de Nazaret como Redentor y Salvador de la humanidad. Dios envía a su Hijo para pagar el precio del pecado, siendo el sacrificio perfecto rompiendo el dominio del pecado sobre la vida humana. Así fue como se ha entendido tradicionalmente la tarea salvadora de Cristo. Ahora bien, si la modernidad no puede aceptar la existencia de un pecado original sin responsabilidad alguna del ser que lo hereda, tampoco admite a un Salvador de ese pecado universal inexistente.

"Esta percepción del cristianismo resulta cada vez más difícil de aceptar o creer para muchos de nosotros. Yo elegiría rechazar antes que adorar a un dios  que exige el sacrificio de su hijo. Pero en nuestro mundo postmoderno, de un modo similar en muchas otras áreas, este sistema teológico perfecto, con estos extraños supuestos, ha sido desmantelado por completo. Ahora lo que necesitamos es que, con toda conciencia, sea erradicado del cristianismo" (Spong, p. 104).

Asimismo la concepción del mundo que nos presenta el relato bíblico es contraria a los descubrimientos de la ciencia moderna.  El relato nos habla de una creación perfecta y terminada del cosmos.

"Esa imagen fixista que hemos tenido del mundo, como estático,  como creado por Dios directamente como está, tal como lo vemos, fijo en sus especies... ha sido un error garrafal; nos ha confundido lamentablemente. Nada de lo que vemos fue puesto ahí por Dios como nosotros lo vemos. Dios no hizo el mundo como lo vemos, sino que es el resultado de una evolución en la que confluyen un sinfín de factores incontrolables, interdependientes (Presentación de Teología Cuántica en la colección Tiempo Axial, p.12).

De la anterior reflexión llegamos a las siguientes conclusiones:

· El creyente moderno no puede admitir la existencia del pecado original, cometido por nuestros primeros padres y transmitido a todos los seres humanos. "Nosotros, seres humanos, no vivimos en pecado, ni nacemos en pecado. No necesitamos lavar la mancha de nuestro pecado original con el bautismo, porque no somos criaturas que han caído y que no se salvarían si no se bautizasen" (Spong,p. 107). Dios no es un Ser que ponga a prueba al hombre y a la mujer como Juez Soberano, y los castigue por desobedecer su mandato. Por ello es inadmisible el pecado original y la consiguiente culpabilidad de la persona humana como consecuencia del pecado heredado.

· Igualmente es contrario a la racionalidad de la fe la afirmación del carácter expiatorio de la muerte de Jesús de Nazaret. No es Redentor de ningún pecado. "La necesidad de un salvador que nos devuelva al estado anterior a la caída es una superstición pre-darwiniana y un sinsentido post-darwiniano; un redentor sobrenatural que entra en nuestro mundo fallido para restaurar la creación  es un mito teísta. Por lo tanto, debemos liberar a Jesús de su papel de Redentor" (Spong, p.108). No hay necesidad de que Dios castigue a su Hijo, enviándolo al mundo para morir crucificado y de esta manera amortiguar la ira de Dios a consecuencia del pecado cometido en el Jardín del Edén, y salvar a la humanidad del castigo eterno.

· Tampoco es congruente con el carácter científico de la persona moderna y  los descubrimientos de los últimos tiempos afirmar que Dios ha creado el cosmos y todos sus seres de modo perfecto y definitivo. No podemos hablar de una creación terminada si tenemos delante la evolución del universo con todos sus seres vivos. "El desenmarañamiento de esta madeja comenzó a partir del descubrimiento de que Adán y Eva no eran los primeros padres humanos, y que la vida no surgió toda de ellos. La teoría de la evolución hizo de Adán y Eva, en el mejor de los casos, figuras legendarias. No resultó fácil que la institución religiosa aceptara la evolución, y hoy aún hay voces que se elevan en áreas remotas del mundo para resistirse a ello. Esas voces nunca tendrán éxito. Ciertamente, la vida evolucionó a lo largo de un proceso que se inició con el nacimiento de la Tierra hace unos 4.500 ó 5.000 millones de años" (Spong, p. 104-105). La creación está en proceso que no sabemos su momento terminal.

En conclusión, los conceptos de pecado, miedo, culpa, castigo y redención deben estar en revisión  en la modernidad. No podemos seguir con un lenguaje que no resiste una crítica seria y razonable teniendo en cuenta los conocimientos que la ciencia ha aportado a la humanidad. Es necesario un lenguaje post-religional, que supere las convicciones introducidas por la religión a lo largo de los siglos. Dios no es un Ser Juez, Castigador, que introduce la culpa y el miedo en el ser humano ante la posibilidad de una condenación eterna.

Terminamos con  esta reflexión del obispo Spong:

"El poder de la religión occidental siempre se ha apoyado en la habilidad de la gente religiosa para comprender y manipular ese sentido de ineptitud humana que es la culpabilidad... Con el paso de los siglos, los líderes religiosos aprendieron que el comportamiento de la gente podía ser controlado si se    exacerbaban los sentimientos de culpabilidad. De este modo  se constriñeron imperios religiosos ayudando a las gentes a vivir con la culpa y, hasta cierto grado, a superar su sentimiento de culpa" (Spong. P.99)

 

*John Shelby Spong. Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir. Editorial Abya Yala. Quito. Ecuador, 2014.

Jesús Gil García

Comunidad Cristiana Popular de Balsas

Zaragoza. Febrero 2015.

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