EL ESPÍRITU SE CERNÍA SOBRE SAN SALVADOR
Ángel García-Zamorano
Mayo 23:
Fiesta de Pentecostés 2015;
beatificación de Mons. Romero.
Día de gozo y fraternidad.
Dos acontecimientos distintos
unidos por el mismo Espíritu.
La realización de la promesa de Jesús
y su actualización.
Había en San Salvador, cristianos
"venidos de todos los pueblos
que hay bajo el cielo".
Nos congregó el mismo Espíritu
que a la Madre de Jesús,
a las discípulas y a los discípulos,
el primer Pentecostés:
la vida de Jesús. Hoy manifestada,
en la entrega y compromiso
del humilde y glorioso Mons. Romero.
Nos unió la voz del profeta
que selló con su sangre su mensaje;
el Pastor con "olor a oveja" que
vio, oyó y compartió
el sufrimiento de su pueblo.
Estábamos desconcertados y admirados.
Todos hablábamos una lengua común:
La alegría que produce y
el gran atractivo que tiene
el mensaje testimoniado de Jesús de Nazaret.
La voz profética de Romero,
su lengua de fuego y amor,
flotaba en el ambiente de aquel templo:
- "estoy obligado por mandato divino
a dar la vida por quienes amo";
- "la Iglesia no puede callarse ante tanta abominación";
- "yo soy el humilde resonar de Dios en este pueblo".
- "¡Qué sacrificios enormes se hacen
ante la idolatría del dinero!";
- "para escuchar el Evangelio
hay que hacerse pobre";
- "si quiero hacer una Iglesia a mi gusto,
estaría extinguiendo el Espíritu".
Y Dios, desde el cielo,
estaba aprobando, bendiciendo y gritando:
"¡este es el camino,
el Pentecostés que Yo quiero,
hacer realidad el mensaje de Jesús,
el cielo en la tierra para todos,
comenzando por el pobrerío,
como lo hizo Romero!".
El brillante halo alrededor del sol
observado durante la lectura
de la Bula Papal que proclamaba beato
a quien el pueblo ya ha canonizado,
era la voz del cielo que decía:
"¡Romero tenía razón, escuchadle!"
Ángel García-Zamorano