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LA CONFIANZA QUE ALEJA TODO TEMOR Y TODO AGOBIO

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Mc 4, 35-41

Marcos concluye su colección de parábolas –recogidas en el capítulo 4, aunque haya otras cinco más dispersas en el resto del evangelio- con una preciosa catequesis centrada precisamente en la confianza. En realidad, simultáneamente, es una catequesis cristológica, en la que Jesús es presentado como poder de vida sobre las fuerzas del mal, simbolizadas en el mar. La barca es imagen de la comunidad en misión.

Jesús aparece impulsando a sus discípulos hacia "la otra orilla", el territorio pagano. Quizás se trate de un interés del propio Marcos que, escribiendo a una comunidad de origen pagano, quiere presentar que fue ya el propio Maestro quien inició ese camino hacia los llamados gentiles. Porque Mateo, por el contrario, le hace decir a Jesús: "No vayáis a regiones de paganos" (Mt 10,5); o: "Dios me ha enviado solo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel" (Mt 15,24).

La catequesis de Marcos está centrada en la pregunta conclusiva: "¿Quién es este?". Se trata de una cuestión que va apareciendo de un modo intermitente a lo largo de todo su evangelio, manteniendo vivo el interés del lector. Una pregunta que solo hallará respuesta definitiva cuando, ya muerto Jesús, al pie de la cruz, un pagano exclame: "Verdaderamente este hombre era hijo de Dios" (Mc 15,39).

En esta narración, la barca-comunidad se ve amenazada (huracán y oleaje); los discípulos se sienten desprotegidos en la dificultad y, entre tanto, Jesús duerme. El contraste entre la inquietud de los discípulos y la calma del Maestro no puede ser mayor. Y hace que el lector se interrogue sobre dónde están los unos y el otro. La inquietud nace porque, erróneamente, nos identificamos con lo que ocurre; la calma aparece cuando nos situamos y reconocemos en la consciencia de lo que ocurre.

Lo que somos –parece decirnos la actitud de Jesús- está siempre a salvo; no puede ser dañado por nada. Por eso, "¿por qué sois tan cobardes?". La cobardía o el miedo es lo opuesto a la fe-confianza.

"El viento cesó, y sobrevino una gran calma"..., cuando nos dejamos permanecer en un estar desnudo, amando lo que es, como bien sabía Juan de la Cruz: "Quedéme y olvidéme, / el rostro recliné sobre el Amado, / cesó todo y dejéme, / dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado".

La "gran calma" me recuerda la palabra que le dirigió Jesús a Marta: "Andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en realidad solo una es necesaria. María ha elegido la mejor parte y no le será quitada" (Lc 10,41-42).

Lo "único necesario" es aquello que nombraba en el comentario de la semana pasada: lo que no puede morir jamás; aquello que queda en un naufragio donde te encuentra la muerte. Lo único necesario es nuestra verdadera identidad, y solo ella es, por tanto, la fuente de toda calma y confianza.

 

Enrique Martínez Lozano

www.enriquemartinezlozano.com

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