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JESÚS Y EL SILENCIO

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¡Ojalá fuéramos tan iluminados como para escuchar el silencio! Pero somos hombres y ni siquiera sabemos escuchar nuestros propios susurros (Paulo Coelho)

26 de julio, domingo XVII del TO

Jn 6, 1-15

Jesús, conociendo que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte él solo.

Cuando el Evangelio deja de ser una vocación de servicio al bien común, queda prostituido al servicio de una humanidad desnortada. Una brújula loca que no para de girar persiguiendo al sur magnético del campo rotatorio, como nos la describen los físicos. Jesús lo hizo rotando siempre en los polos de Dios y del hombre, porque como escribió Franz Jalics "Quien ama a Dios, ama a los hombres; y quien ama a los hombres, ama a Dios".

Pescar sueños de estrellas es vano faenar. Es más humano quedarse en esta orilla y compartir panes y pescados. Saciar el hambre de la gente compartiéndolos en la mesa del mundo, favorece la solidaridad y la unión entre los hombres: una luz –Jesús- cargada de silencio. De ese silencio confortador y meditativo que él bucaba con la mente puesta en el pedal de la sordina del monte. Con el poeta hindú Sahara Doha podría decirnos: "En este cuerpo están los ríos sagrados / aquí el sol y la luna y los centros de peregrinación. / No he visto otros templos más hermosos / que el de mi propio cuerpo".

Y quizás también podría habernos relatado con Isabelle Montané su experiencia mística cuando se retiraba solo al monte: "Un silencio y una suerte de tranquilidad mental reinaban permanentemente. Ya no estaba invadida por los ruidos internos ni por los cuestionamientos sobre el interés de mis actos. Al no haber ya ni enjuiciamiento de valores, ni deseos personales ni sentimiento de urgencia, una gran paz mental y física se instaló en mí".

Una conocida leyenda budista narra que el bodhisattva Avalohitesvara hizo voto de nunca descansar hasta haber liberados a todos los seres del peso de la materia. El rostro central de su retrato, así como la posición de las manos, reflejan perfectamente la paz, la conexión y el silencio interno, así como el estar en el centro de sí mismo. El símbolo de las mil manos evidencia que las posibilidades de servir son infinitas.

"Todo es música. Un cuadro, un paisaje, un libro, un viaje sólo valen si se oye su música", dijo un poeta. Sobre todo si, como Jesús, se tiene la suficiente capacidad  para escucharla y hacer llegar luego al pueblo su sonido. A gloria debía sonarle la música del salmo 129:

"Cantad al Señor un cántico nuevo.
Resuene su alabanza en la asamblea de los fieles".

(Salmo 149)

Como a gloria celestial nos suena el pensamiento del filósofo Aldoux Husley: "Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música". Como conmovedor e inexpresable nos resulta TAPS -Silencio-, el toque de queda para honrar a los caídos en combate, sonando en el metal de la trompeta. Su fuente, los deseos de un joven –esta vez no vano- de pescar de sueños de estrellas y la abnegación del Capitán Elly arriesgando su vida por salvarlo. Los hechos ocurrieron en la Guerra Civil americana. El herido era su hijo, que luchaba en el bando contrario. Murió en sus brazos; en los bolsillos de su uniforme llevaba la letra de la canción SILENCIO.

Y con seguridad llevaba también en ellos esta sabia reflexión de Paulo Coelho: "¡Ojalá fuéramos tan iluminados como para escuchar el silencio! Pero somos hombres y ni siquiera sabemos escuchar nuestros propios susurros" (El peregrino de Santiago). Podemos incluso rezar con Luis Espinal (1932-1980), jesuita español asesinado en Bolivia por denunciar la masacre y explotación del pueblo boliviano: "Líbranos del silencio ante la injusticia social, la del silencio para no comprometernos". El Papa lo ha hecho en Guayaquil tras desembarcar en Ecuador en su segunda visita a Latinoamérica hace unos días.

 

SILENCIO

El día ha terminado. Se fue el sol de los lagos, de las colinas, de los cielos.

Todo está bien.

Descansa protegido. Dios está cerca.

La luz tenue, oscurece la vista y la estrella embellece el cielo, brillando luminosa, desde lejos.

Acercándose, cae la noche.

Agradecimientos y alabanzas para nuestros días debajo del sol, debajo de las estrellas, debajo del cielo.

Así vamos.

Esto sabemos. Dios está cerca.

 

Vicente Martínez

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