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SER SACERDOTE ES JUGARSE LA VIDA POR EL SEÑOR Y POR LOS HERMANOS

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¿Cuáles son los secretos para la vida sacerdotal? El Papa Francisco los tiene claros, y así los transmitió a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Clero: "Orar sin cansancio, caminar siempre y compartir con el corazón".

¿Y qué significa esto? "Significa vivir la vida sacerdotal mirando en alto y pensando en grande. No es una tarea fácil, pero se puede tener plena confianza en el Señor, porque Él, nos precede siempre en el camino", recalcó el Santo Padre, quien aclaró ante los sacerdotes algunos puntos de la nueva Ratio Fundamentalis, que aborda la formación integral de los aspirantes al sacerdocio. "Una formación integral, capaz de incluir todos los aspectos de la vida; y de este modo indica la vía para formar al discípulo misionero. Un camino fascinante y al mismo tiempo exigente".

El Papa se detuvo en los jóvenes sacerdotes, cuyo corazón "vive entre el entusiasmo de los primeros proyectos y el ansia de las fatigas apostólicas, en las cuales se inmerge con cierto temor, que es signo de sabiduría. Él siente profundamente el júbilo y la fuerza de la unción recibida, pero sus espaldas inician a ser gradualmente cargadas por el peso de la responsabilidad, por los numerosos compromisos pastorales y las esperanzas del Pueblo de Dios".

"Esto es lo que quisiera decir a los sacerdotes jóvenes: ustedes son elegidos, son queridos por el Señor, Dios los mira con ternura de Padre y, después de haber enamorado a sus corazones, no dejará vacilar sus pasos. Ante sus ojos son importantes y Él tiene confianza que estarán a la altura de la misión a la cual los ha llamado", destacó el Papa.

La primer actitud es la de "orar sin cansancio". Para que podamos ser "pescadores de hombres", recalcó, en primer lugar "reconocemos ser 'pescados' por la ternura el Señor", abandonando "la tierra de nuestro individualismo y de nuestros proyectos personales, y nos encaminamos hacia el ‘santo viaje', entregándonos a ese Amor que nos ha buscado en la noche y a esa Voz que ha hecho vibrar nuestro corazón". Y es que "la oración, la relación con Dios, el cuidado de la vida espiritual dan alma al ministerio sacerdotal".

En segundo lugar, "caminar siempre, porque un sacerdote jamás termina". Un sacerdote "es siempre un discípulo, peregrino por las vías del Evangelio y de la vida, entre el misterio de Dios y las personas a él confiadas". En este punto, Francisco animó a los sacerdote a "actualizarse siempre y permanecer abiertos a las sorpresas de Dios".

Finalmente, "compartir con el corazón", porque la vida sacerdotal "no es una oficina burocrática, ni un conjunto de prácticas religiosas o litúrgicas por desarrollar". Al contrario, "ser sacerdotes es jugarse la vida por el Señor y por los hermanos, llevando en la propia carne las alegrías y las angustias del Pueblo, donando tiempo y escucha para sanar las heridas de los demás, y ofreciendo a todos la ternura del Padre".

Por otra parte, en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa el Santo Padre se detuvo a considerar estos tres puntos para describir la vida del Apóstol Pablo. El Pontífice puso de manifiesto lo que también hoy nos ofrece el Apóstol de los Gentiles, a saber: anunciar el Evangelio en medio de las persecuciones del mundo y las consolaciones del Señor.

"La vida de Pablo - dijo el Papa - es difícil, y está siempre en movimiento".  Y se detuvo a considerar un pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles propuesto por la liturgia del día del que se desprenden "tres dimensiones" de esta "vida de Pablo en movimiento, siempre en camino".

La primera dimensión - afirmó Francisco - "es la predicación, el anuncio". Y comentó que Pablo iba de un lugar a otro para anunciar a Cristo, y cuando no predicaba en un sitio, trabajaba":

"Pero a lo que más se dedica es la predicación: cuando está llamado a predicar y a anunciar a Jesucristo, la suya ¡es una pasión! No está sentado ante el escritorio. No. Él siempre, siempre está en movimiento. Siempre está llevando adelante el anuncio de Jesucristo. Tenía adentro un fuego, un celo... un celo apostólico que lo llevaba adelante. Y no se echaba atrás. Siempre adelante. Y ésta es una de las dimensiones, que trae dificultades, verdaderamente".

La segunda dimensión de esta vida de Pablo - prosiguió explicando el Obispo de Roma - son, precisamente, "las dificultades. Más claramente las persecuciones". En la Primera Lectura - dijo - leemos que todos se unieron para acusarlo. Pablo va a juicio, porque lo consideran "un perturbador":

"Y el Espíritu inspiró a Pablo un poco de astucia. Sabía que no eran ‘uno', que ente ellos había tantas luchas internas y sabía que los saduceos no creían en la Resurrección, que los fariseos creían... y él, un poco para salir de aquel momento, dijo con fuerza: ‘Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos. Estoy llamado a juicio a causa de la esperanza en la resurrección de los muertos'. Apenas dijo esto, se desató una disputa entre los fariseos, los saduceos y la asamblea, porque los saduceos no creían... Y estos, que parecían ser ‘uno', se dividieron, todos".

El Santo Padre comentó además que estos "eran los custodios de la Ley, los custodios de la doctrina del Pueblo de Dios, los custodios de la fe", "pero uno creía una cosa y otro otra". Esta gente - reafirmó el Papa Bergoglio - "había perdido la Ley, había perdido la doctrina, había perdido la fe, porque la había transformado en ideología", y "lo mismo con la doctrina".

De manera que San Pablo - recordó el Papa Francisco antes de concluir - "tuvo que luchar tanto" por esto. La primera dimensión de su vida -  añadió - "es el anuncio, el celo apostólico: llevar adelante a Jesucristo", "la segunda es: sufrir las persecuciones, las luchas". Y, en fin, la tercera dimensión: la oración. "Pablo - destacó el Pontífice - tenía esta intimidad con el Señor":

"Se le presentaba a su lado tantas veces. Una vez él dijo que fue llevado casi al séptimo cielo, en la oración, y no sabía cómo decir las cosas hermosas que había sentido allí. Pero este luchador, este anunciador del horizonte sinfín, cada vez más, tenía aquella dimensión mística del encuentro con Jesús. La fuerza de Pablo era este encuentro con el Señor, que tenía en la oración, como fue el primer encuentro en el camino hacia Damasco, cuando iba a perseguir a los cristianos. Pablo es el hombre que ha encontrado al Señor  y no se olvida de eso, y se deja encontrar por el Señor y busca al Señor para encontrarlo. Hombre de oración".

"Estas las tres actitudes de Pablo - terminó diciendo el Papa - nos enseñan este paso del celo apostólico para anunciar a Jesucristo; la resistencia - resistir a las persecuciones - y la oración, es decir, encontrarse con el Señor y dejarse encontrar por Él".

"Que el Señor nos dé la gracia a todos nosotros, los bautizados - concluyó Francisco -  la gracia de aprender estas tres actitudes en nuestra vida cristiana: anunciar a Jesucristo, resistir a las persecuciones y a las seducciones que te llevan a separarte de Jesucristo y la gracia del encuentro con Jesucristo en la oración".

Finalmente, en la agenda del Papa se encontraba una recepción a la Federación de Asociaciones Católicas de Familias en Europa, en el 20 aniversario de su fundación, a quienes animó a "contagiar a otras en el servicio a las familias, para que Europa siga considerando a la familia como su tesoro más precioso».

El Obispo de Roma reiteró la importancia del servicio integral a la familia, «célula fundamental de la sociedad» y «levadura que ayuda a hacer crecer un mundo más humano y fraterno, donde nadie se sienta rechazado, ni abandonado». Y recordó que en su Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris laetitia ha querido subrayar que «la unidad de todos los miembros de la familia y el compromiso solidario de las familias con toda la sociedad son aliados del bien común y de la paz, también en Europa».

Sin olvidar que entre las diversas crisis - como la demográfica, la migratoria, la laboral y la educativa, que vive el continente europeo está la de la institución familiar, el Papa alentó la promoción de políticas concretas

«Conozco vuestras iniciativas para promover políticas concretas en favor de la familia en el sector económico y en el laboral, pero no sólo, con el objetivo de ofrecer un trabajo digno y adecuado para todos, en especial a los jóvenes que en muchas regiones de Europa sufren por la plaga del desempleo. En estas iniciativas, así como en las otras que tocan directamente el ámbito legislativo, debe prevalecer siempre la atención al respeto y a la dignidad de toda persona».

Tras reiterar la importancia de la cultura del encuentro y de respuestas adecuadas políticas y sociales, alentando al diálogo constructivo sin olvidar su propia identidad cristiana, el Papa Francisco concluyó su denso discurso con una triple exhortación:

«Los aliento a desarrollar con creatividad nuevos métodos y recursos para que la familia pueda ejercitar, tanto en el ámbito eclesial como en el civil, la triple tarea de sostener a las nuevas generaciones; de acompañar en los difíciles caminos, algunas veces accidentados de la vida; y de guía que muestre referencias de valores y de significados en el camino de cada día. Esta triple misión puede ser una contribución específica que vuestra Federación, con su servicio cotidiano, ofrece a las familias de Europa».

 

J. Bastante/RV

Religión Digital

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