EL SEXTO DÍA: UNA VOZ, UNA COMUNIDAD
Magdalena BennasarEn este sexto día de nuestra vida, cuando reconocemos que hay algo inacabado en nosotr@s y en nuestro entorno, en la manera de vivir y convivir, se nos invita a “subir” al monte, con algunos de la comunidad. Mt 17,1-9
Subir y hacer distancia del ajetreo diario, subir para tomar perspectiva y acoger la experiencia que se nos ofrece.
El sexto día precede al sábado en el calendario Judío. Es la víspera del Sabbath en que se celebra el final de la Creación, el descanso celebrativo por haber completado la obra. Pero el sexto día es el que nos ocupa hoy, y en ese día que precede al Sabbath en el monte ocurre algo.
Seis días después de haber tratado Jesús de enemigo del reino a Pedro (Mt 16,23), porque no entendía el mesianismo por el que Jesús iba optando, paso a paso.
Seis días después de haberles dicho que cargar con la cruz no es aceptar lo que nos viene, sino que es asumir las consecuencias de seguirle a él, Jesús se los lleva a un monte alto y apartado. Indicando estos calificativos que la experiencia será de envergadura en el lugar de encuentro con Dios, y exclusiva, aunque no excluyente, ya que se da en comunidad.
Y en el monte ocurre que Jesús les demuestra la realidad y calidad de la vida que supera la muerte. Y lo hace proporcionándoles una experiencia durante la cual aparece una nube, símbolo de la presencia divina, desde la que se oye una voz: “Este es mi Hijo, el amado, en quien he puesto mi favor. Escuchadlo.”(Mt 17,5)
Estas palabras nos evocan la experiencia del Bautismo de Jesús. La diferencia fundamental es que en el Bautismo es Jesús quien las escucha, y en esta escena la escuchan los discípulos, y a través de ellos tod@s nosotr@s.
Ante una experiencia importante, sobre la que no tenemos control, siempre reaccionamos con miedo. Miedo que desaparece cuando Jesús “los toca” (v.7) como tocaba a enfermos y muertos, devolviéndoles salud y vida.
El miedo produce las diferentes enfermedades que Jesús irá sanando a lo largo del camino: ceguera: dificultades serias para discernir el camino del discipulado; parálisis: incapacidad para movernos en su dirección; muerte: por inanición de alimento auténtico…
En el texto, en el momento en que aparece la voz la visión se diluye, indicando que la narración es una puesta en escena para resaltar la voz a través de la que se nos revela su identidad:
ESTE ES MI HIJO, EL AMADO, EN QUIEN HE PUESTO MI FAVOR. ESCUCHADLO.
Puedo afirmar, por experiencia propia y por observar a muchas personas en retiros, acompañamiento… que ante estas palabras se dan reacciones muy distintas.
La mayoría decimos, claro, Jesús es el Hijo. La dificultad empieza precisamente porque en este texto, a diferencia del texto del Bautismo donde se nos dice que Jesús escucha estas palabras, aquí es la comunidad creyente y fiel, aún con dudas y mediocridades, quien las escucha. Esta comunidad está representada por los tres discípulos que le acompañan en el monte alto.
Estas palabras nos dicen que es a él a quien hay que escuchar, indicando que se ha superado el Antiguo Testamento. Jesús es ahora el Maestro que nos comunica una nueva relación con Dios. Esa nueva relación es filial, personal, cercana, amorosa.
Estas palabras indican que cualquier imagen, experiencia o comunicación de un Dios que no encaja en este patrón no es el Dios de Jesús.
Jesús les ha comunicado su experiencia más íntima para que al compartirla, participaran de ella. La hicieran suya. Este Dios es tu Dios. Hoy tú eres el hijo y la hija amada a quien hay que escuchar.
El mundo necesita el evangelio, es la respuesta a todos los problemas sociales que empiezan en el ego y terminan en el ego. A la comunidad cristiana le falta “el primer anuncio”, nos decía un obispo preocupado en alinear su diócesis para que todo empiece de nuevo, renovando las raíces: un encuentro personal y comunitario con Jesús Resucitado y su envío.
La pregunta que arranca de las entrañas es ¿tenemos algo que decir? Y tal vez la mayoría diríamos sí, y me incluyo. Pero tal vez no sabemos cómo, porque creemos que al ser una experiencia íntima y personal no es para compartirla más allá de decir que nos da vida. Y luego vienen los complejos de mucha gente que por no tener teología o estudios serios en Biblia, piensan que no tienen autoridad…
Dice Teilhard de Chardin que estamos debilitados por falta de soledad-silencio y por falta de naturaleza.
En el hemisferio norte nos llega este texto en plenas vacaciones para la mayoría, y creo que es una oportunidad para sacarle el jugo a las palabras de Teilhard y de Jesús: subir al monte alto, buscar un rincón en la naturaleza donde acompañado por el silencio que habla a través del mar, o de los sonidos del campo o del bosque, nos dejemos acompañar por esa Palabra, que tantas veces decimos que no entendemos, pero que hoy si queremos puede dar un vuelco a nuestra vida. Tú eres mi hija, mi hijo amado. Escuchadle, dice Jesús, sobre nuestra vida.
Tal vez pienses que a ti no te escuchan, que los hijos, que tu pareja, que la iglesia institución no va por ahí.
Te invito a escucharle primero a él, porque luego sí tendrás algo importante que decir. Tal vez simplemente, que el silencio te da vida. Que su Palabra te dignifica. Que sientes una fuerza renovada aunque sigues con tu duelo o enfermedad o soledad o miedos paralizantes.
Cuando le escuchamos poco a poco va desapareciendo el miedo y con ello, la ceguera, la parálisis, la mudez, la anemia.
Y empieza el descenso. Sí, porque la experiencia se da entre la subida y el descenso. El descenso, volver a la vida cotidiana pero con la experiencia profunda de saberte hij@.
Tal vez ahora tengas algo que decir. ¡Te escuchamos!
Y empieza el día séptimo en que todo está completo. Tú estás complet@, y la comunidad se alegra. Y cambia tu entorno y tú tienes más energía porque eso de ir al monte con Jesús y la comunidad abre el apetito y devuelve el color a tus mejillas. Y te sientes más capaz de actuar desde dentro, sin cobardía. Tomar esa decisión un poco drástica con sabor a evangelio, compartir un poco más, comprometerte sin compararte…
Habrá día séptimo si asumimos el sexto.
Feliz tiempo de descanso. Feliz día séptimo en tu vida.
Magdalena Bennásar Oliver
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